lunes, 10 de diciembre de 2018

Oriol Junqueras: ¿ser o no ser?



Esquerra Republicana de Catalunya no ha dicho esta boca es mía tras las terribles palabras de Torra en torno a la vía eslovena. Se trata de un discurso subversivo y belicista. Oriol Junqueras es el príncipe de la pachorra. Que incomprensiblemente calla ante una propuesta que rompe drásticamente con el repetido planteamiento del independentismo de la no violencia, pasando del movimiento de las sonrisas al de las muecas belicistas. La vía eslovena: 60 muertos y centenares de heridos. Junqueras, dicen, está triste, ¿qué tendrá Junqueras? ¿Dudas hamletianas? ¿No saber qué hacer?

Sin embargo, empiezan a alzarse voces en el independentismo que han rechazado de plano las palabras de Torra. La galera belicista de este personaje empieza a agrietarse. Francesc—Marc Álvaro, destacado ideólogo del independentismo, se ha pronunciado abiertamente contra la sangrienta vía: «ni posible, ni deseable», afirma. Y concluye que el discurso torriano es «de cartón piedra y una hinchazón retórica». Junqueras debe empezar por ahí desde su, hasta la presente, proclamado pacifismo. Junqueras debe salir de la pachorra de su letargo. Porque, entre otras cosas, el planteamiento esloveno se dirige también contra él. Lo sabemos y de ello habla Enric Juliana. Ahora bien, tengo para mí que hay algo más. El ´salto cualitativo´  que significa el discurso de la violencia no sólo es una presión electoral sobre Esquerra y Junqueras. No es sólo la martingala para rebañar votos en el proceso electoral que se avecina. No es solo, tampoco, una treta para conseguir la hegemonía en el independentismo. Es, esencialmente algo más. Algo más peligroso.

La vía eslovena, que empieza a dosificarse con las actuaciones violentas de los llamados comités de defensa de la república, es el intento de llevar las cosas al límite. Concretamente a un punto de no retorno. Y, ante esa situación, obligar a Esquerra a posicionarse definitivamente con la teología de Puigdemont Torra. Es decir, «el macizo de la raza». O sea, frente a la reacción previsible del Estado español forzar la unidad del independentismo catalán. O con los traidores o con los patriotas. En versión bíblica, o con los filisteos o con los israelitas. Y, sobre todo, es la constatación de que, tras el fracaso de las sonrisas, sólo queda el cartucho del derramamiento de sangre. Naturalmente de la sangre de los de abajo.  Conforme más sangre, mejor. Así estarán en mejores condiciones para la rendición y salvar el pellejo.

P/s. Me permito una sonrisa: el niño español de nueve años Diego Fernández Ortiz (en la foto de arriba) que vive en Moscú, ha descubierto una estrella supernova. Menos mal, que leemos algo agradable.

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