viernes, 14 de diciembre de 2018

La ilegalización de los partidos independentistas




Son los tres tristes tigres: los tres broncos barones que vuelven a levantar la voz so pretexto de las bravuconadas de Quim Torra y sus allegados. Es la incomodidad de estar callados y no se les note su presencia.

Estos tres tristes tigres parten de la idea de que el desastre andaluz tiene una explicación determinante, a saber, la zahúrda catalana. Falso diagnóstico. Las cosas catalanas han tenido, claro que sí, una repercusión en los recientes comicios andaluces. Pero no han sido determinantes. Es verdad que Torra y los suyos han provocado el despertar de los Toros de Guisando “hartos de pisar la tierra”, que dijo el poeta de La Fuente. Pero tales animales estaban ahí viendo pasar el tiempo.

El desastre andaluz tiene explicaciones fundamentalmente andaluzas y concretamente de la ausencia de proyecto del socialismo meridional para la comunidad. Así pues, echarle las culpas al maestro armero ahorra a los perdedores una pormenorizada investigación de las causas fundamentales –repito, fundamentales--  que han llevado a tan descomunal batacazo. La responsabilidad está –afirman con temerario desparpajo—fuera de ellos, no se encuentra en Despeñaperros para abajo.

Así pues, la confusión de planos –por puro interés o por voluntaria ignorancia--  ha llevado a los tres tristes barones a pedir la ilegalización de los partidos independentistas. Error caballuno. O trampantojo electoralista. En todo caso, la propuesta, que no tiene recorrido alguno, sólo serviría para encabritar más los ánimos en Cataluña. Peor todavía: para dar aliento a quienes –desde Waterloo y Barcelona--  puedan seguir sobreviviendo. O lo que es lo mismo, la supervivencia de quienes, habiendo fracasado en lo fundamental, mantienen una tensión, que ya empieza a escapárseles de las manos. Al tiempo que fuerza a la recomposición, hoy rota, de las fuerzas independentistas. En definitiva, los tres tristes tigres, que no vieron lo que ocurría  en sus propios subsuelos, tampoco conocen los movimientos tectónicos de Cataluña. O tal vez, entienden que la pugna electoral con la Triple Alianza se va a ventilar en una competición cada vez más desaforada sobre las cosas de Cataluña.

Vaya, pues, por delante una sugerencia: no se dejen influenciar por los tropos de la aznaridad. Sepan que la fuerza de la aznaridad está en ella misma y en lo que contagia.

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