Un sector del independentismo
teme a Josep Borrell más que a una vara verde.
Borrell es la bicha. Una de las siete
plagas de Egipto. Algunos en apoyo de esa campaña ad hominem han afirmado «que
tiene problemas familiares», un argumento que ha puesto en circulación Josep Bargalló, una persona
que creíamos con más cuajo. Tal vez sean los peajes que se deben pagar para
alcanzar el merecimiento de estar al frente de una Consejería. Quien no tenga
un problema familiar que tire el primer pedrusco. Es preciso ser más comedido
porque hasta la Sagrada Familia –Jesús, José y María— tuvo un problema familiar
y nadie se ha escandalizado.
De Josep Borrell se difunden y
propalan las palabras más ásperas y su acendrado jacobinismo. Sin embargo, por
razones evidentes se ha silenciado algo de gran importancia que ha propuesto el
flamante Ministro de Asuntos Exteriores. Algo que podría ser un intento de
aproximación a resolver el gran pleito. Borrell ha propuesto dar salida a las
partes del Estatut d´ Autonomia que se cepilló en mala hora el Tribunal
Constitucional. Se trata de un planteamiento de gran calado. Y que da para
mucho. Tiene, eso sí, un inconveniente: la animadversión de los hunos y los
hotros. Los hunos del «o caixa o faixa» y los hotros de la vieja copla «España
no hay más que una». La propuesta de Borrell exige la técnica de la política,
que se confronta, primero, con la «voluntad de destrucción y el dogmatismo de hierro» del torrismo y,
segundo, con el numantinismo resistencial de la caspa y la brillantina del
nacionalismo carpetovetónico. En resumen, la ojeriza de los colmillos retorcíos de allende y aquende el rio
Ebro.
Ahora bien, la propuesta podría
tener la simpatía de quienes están hasta la cruz de los leotardos de un
conflicto que, de no remediarse, puede llevarnos al agotamiento, a la poquedad.
Por eso el sector milenarista del independentismo –doble moral y doble
contabilidad-- oculta adrede esta parte
del discurso de Borrell.
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