Quim González Muntadas ha escrito un artículo
que sugiero debe ser teniendo en cuenta --especialmente por esa izquierda
eternamente amargada-- por el toque de atención que significa (1). El autor
sale en tromba y con datos comprobados en la mano demuestra que esa interesada
sensación de que España es una mierda es un constructo falaz. Y, en no pocas
ocasiones, inducido ´desde arriba´.
A
la luz del texto me vienen a la cabeza dos reflexiones complementarias.
1.---
La rotundidad de cada quídam hablando de ´la mierda que es España´ contrasta
con el elogio hiperbólico, patriochiquero, que ese mismo personaje puede hacer
de su campanario. Y como esto –me parece sobre chispa más o menos que es
similar en todos los sitios—entiendo que la maravilla de la suma de todas las patrias
chicas no concuerda con la mierda general.
En
cierta ocasión me quedé sorprendido leyendo la primera página del libro “El fin
del imperio español” del hispanista inglés Sabastian
Balfour. Allí pude leer la novedad siguiente en polémica de Balfour con
casi toda la historiografía española: no fue tanta la debacle tras la pérdida
de las colonias en el 98. Ý daba datos, datos, datos. Sin embargo, los clérigos
chuchurríos siguieron dictando que ´España era una mierda´. Realmente no hacía
falta porque el alma dual española –patriochiquera y simultáneamente lo
contrario para lo general— tenía esa deposición en la cabeza desde tiempos muy
antiguos. Cierto, España pudo ser durante un cierto tiempo un zurullo colosal,
pero cuando iba dejando de serlo los clérigos y los parroquianos en general no
lo veían.
Así
pues, a) vayan a los datos para hablar con propiedad, de ahí la insistente
sugerencia de que lean el artículo de Quim González; y b) no estamos diciendo
que esto sea el no va más; no somos amigos, ni conocidos, ni saludados de Pangloss. Quim González opera con datos.
Lo otro son razonamientos peristálticos.
2.-- Por lo demás, a lo largo de toda nuestra
historia moderna vale la pena mencionar algo de gran relevancia: cada avance
en España ha sido debido a los
arbitristas y humanistas de la época de los Austrias, posteriormente a los
ilustrados, después a los progresistas y liberales, para definitivamente
pasarle el testigo a las izquierdas. Desde
Luis Vives y Nebrija hasta los actuales científicos de ahora.
Oigan,
desbarren de lo que quieran en el mostrador de la taberna, pero conténganse con
las cosas serias.
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