lunes, 18 de noviembre de 2019

¿Quiénes son los del Tsunami democràtic?


Reconozco la capacidad mediática del independentismo. Dentro de sus diversas familias merece destacarse la imaginación de la abadía de Waterloo con el inestimable apoyo la televisión y radio catalanas.

Desde el  Waterloo digital, a través de un sofisticado sistema de comunicaciones,  se envían señales de agitprop para movilizar a la feligresía. Sí, desde el confort de la mesa camilla se cuadriculan cuándo, cómo y dónde hay que taponar el tráfico, cortar  las vías férreas, quemar mobiliario urbano y otros actos pacíficos, democráticos y peristálticos.

Son sesentones con mucho parné que, en sus años mozos, hicieron una excursión a la clase obrera, subvencionada por papá. En esa excursión deglutieron el Libro Rojo de Mao y la teología de las contradicciones (principales y secundarias) tanto en el interior como en el exterior del pueblo. Aquellos jóvenes, por cierto, acusaron a la izquierda de las fábricas, universidades y barrios de revisionista. Aquellos niños litri se cagaron en los muertos y en los vivos del PSUC porque defendía el hecho nacional de Cataluña. Aquellos jóvenes excursionistas –mitad anorak, mitad chirucas— regresaron a la llar de foc y cambiaron el vino peleón del Baturrico por el excelso Vega Sicilia; dejaron el garrafón de DYC y regresaron al Nockando. Gente lista, desde luego. 

Ahora, ya sesentones –algunos con doble cirroris en el hígado y en la cabeza— dominan el  cotarro. Es la derecha independentista. Es la derecha revoltosa que se disfraza de patriótica para no infundir demasiadas sospechas. Son los descendientes de aquellos grandes burgueses que pagaban a quienes sabían manejar el gatillo contra los sindicalistas. Ahora han cambiado la subvención a la  remintong por el alquiler de tecnólogos y asesores de gramática nacional—populista. Creadores de fake news. Pongamos que hablo de los jerifaltes del llamado Tsunami democràtic. Es decir, esa organización clandestina dirigida por esos sesentones. Sin embargo, a veces se pasan de rosca y se les pilla cuando ignoran que –desde la acera de enfrente--  hay quien les observa.

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