La
reciente detención en el puerto de Lampedusa de Carola
Rakete, capitán de la nave Sea Wacht 3, es la penúltima tropelía del
gobierno italiano, que nosotros personificamos en su ministro Salvini. Una oleada de solidaridad se ha levantado
por la joven marina en toda Europa.
Hace
ya demasiado tiempo que nos vienen demasiados disgustos de Italia, de una
Italia que ha cambiado radicalmente su paisaje político y social. Las grandes
personalidades de la política y del sindicalismo, de la cultura y del arte que
fueron grandes símbolos de la izquierda y del progreso en toda Europa están
encerrados bajo siete llaves en el Panteón de las Siete Colinas. Italia ha
entrado en la Noche.
Hace
años que le doy vueltas a la cabeza: ¿cómo es posible que a la chita callando,
durante años, haya ido desapareciendo la potente cultura de izquierdas del país
de Togliatti y Sandro Pertini, de Lama y Trentin, de Visconti y Ermanno Olmi,
de Rita Levi Montalcini y Anna Magnani …?
Llevo tiempo –ya digo-- dándole
vueltas a la sesera. Confieso que no soy capaz de encontrar una explicación
convincente. Esta noche pasada, pensando en Carola Rakete, tampoco he sabido
encontrar el ovillo.
La
cosa se complica porque el problema de fondo no está solamente en las élites. Ni es un problema italiano:
ahí vemos a la flemática sociedad inglesa, que parece preferir a ese botarate
de Boris Johnson; o a esos centenares de miles de catalanes que adoran al santo
de Waterloo. Bueno, seguiremos dándole vueltas al magín. Pero lo más urgente es
la presión porque Carola salga en libertad.
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