viernes, 27 de abril de 2018

Cuando cantaba la clase obrera...




Escribe El Dómine Cobra

Durante un centenar largo de años el movimiento de los trabajadores cantó sus propias canciones de gesta y de oficio, baladas e himnos y lo que encartara en un momento dado. Era, sin duda, una expresión más de la forja de la identidad. Cantaban los anarquistas catalanes e italianos, cantaban los franceses y los wooblyes norteamericanos. Cantaban los cartistas ingleses recordando a sus héroes de la Masacre de Peterloo, y cantó todo quisque que, en los cuatro puntos cardinales, llevara mono azul, boina y otras prendas de vestir del proletariado ascendente.  Cantaban los revolucionarios, cantaban los reformistas y cantaban los que no eran ni lo uno ni lo otro. Todo ese caudal fue disolviéndose, sus partituras  están desparramadas y, seguramente, cubiertas de polvo. Todo ello, patrimonio inmaterial de las clases subalternas, corre el peligro de desaparecer, comido por los ratones de los que hablara Marx.

Alguien se ha decidido a evitarlo. Se llama Jordi Ribó i Flos. Un sindicalista inquietante, hoy jubilado, de Comisiones Obreras de Catalunya. Hay quien le cree el Enviado de Sugar Blue en la Tierra. Sea como fuere, nuestro hombre se ha propuesto fundar una Coral con la idea de dar conciertos y recuperar el tesoro musical de las canciones de gesta proletarias. La Coral, nos dicen certeras averiguaciones, se llamaría Un roig encés. O sea, sin disimulos y a cara descubierta. Sin subvenciones de Anás o Caifás. Eso sí, pasando la gorra para cubrir los gastillos. Con un lema que parece indicar que la izquierda que no canta está chuchurría, camino de estar ´sola, fané y descangayada´.

Un Roig encés puede recuperar un buen cacho de la memoria colectiva. Gracias a Jordi Ribó i Flos –sindicalista que alterna el vinagre del conflicto con el aceite del pacto. Con voz de bajo profundo, a medio  camino de Boris Christoff y Nicolai Ghiaurov.

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