miércoles, 16 de agosto de 2017

Un apunte sobre la reforma de las relaciones laborales

Hoy también me he detenido en la lectura del post de mi amigo Paco Rodríguez de Lecea (1). Es un breve artículo, sobrio, sobre el que conviene meditar a fondo. Estilo austero, sin potingues. Machadiano, se diría. Pues bien, su mensaje es el siguiente: «Propongo cuestionar desde amplios pactos de oposición el modelo actual de relaciones laborales, el modelo educativo y el modelo energético». Muchos deberían sentirse concernidos por este órdago. Para un servidor es un deber echar mi cuarto a espadas sobre el particular. Me referiré solamente al modelo de relaciones laborales, que es el único sobre el que tengo unos medianos conocimientos. De los otros dos certifico que sigo siendo tan lego como el maestro Ciruela.

Paco Rodríguez propone con buen tino amplios pactos de oposición al actual modelo de relaciones laborales. Bien dicho. Ahora bien, me tomo el atrevimiento de señalar lo que sigue: lo que existe en el mundo de las relaciones laborales no es exactamente un modelo; es un conjunto de tapas variadas que, además, está desubicado de las grandes transformaciones en curso. Por lo que, dicho lo cual, entiendo que no hay reformabilidad a partir de lo existente. No hay sastre capaz de transformar todos esos retales en algo consistente. Sobre eso hemos conversado, largo y tendido, Paco Rodríguez y un servidor desde hace mucho tiempo, especialmente a la vera de la mar mediterránea.

¿Quiénes serían los sujetos de esos pactos? Fundamentalmente el sindicalismo confederal y sus diversas contrapartes. Comoquiera que es impensable construir dicha reforma de repente y en un momento puntual es preciso prever que vaya siendo el resultado de un trayecto de actos negociales que provoquen una serie de discontinuidades a través de una fecunda red de convenios colectivos y de pactos de concertación. Lo que, dado el carácter de fuente de derecho de todo ello, podría tener las novaciones legislativas que correspondan al caso.

Por lo demás, Paco Rodríguez nos sugiere qué otros pactos podrían ser necesarios y posibles. A mi modo de ver las cosas, me oriento a la necesidad de introducir la cuestión del llamado Estado de bienestar. Una reforma de la enseñanza –hasta ahí llego--  sin hablar y reconstruir el welfare sería de escasa utilidad.

En fin, prefiero hablar, en esta primera tacada, de lo que pejigueramente llamamos «cuestiones de método». 


No hay comentarios: