El maestro de periodistas Lluis Foix es un hombre ponderado. Austero.
Ninguna palabra más alta que otra. Siempre pendiente de la argumentación con
punto de vista fundamentado. Hoy, en su columna de La Vanguardia, insiste en
que todavía es posible un pacto de Estado para resolver el contencioso catalán.
A decir verdad, un servidor no las tiene todas consigo. Deseo el pacto, pero no
veo señales en esa dirección. Porque desgraciadamente se ha entrado en una
nueva fase que complica, todavía más, la situación.
En primer lugar, el conflicto ya
no es entre el Gobierno central y el de la Generalitat. Es ahora un conflicto
entre el Estado (no confundir con el Gobierno) y el Govern de la Generalitat,
apoyado por la mayoría parlamentaria que lo sostiene. Ello no quita argumento
alguno a la necesidad de que el gobierno y la Generalitat pacten, por supuesto.
Ahora bien, hay otra complicación añadida: está la resistencia del soberanismo
a “Madrit”, y –simultáneamente— la resistencia de cada sector soberanista a ver
quién aguanta más, esperando que el competidor tire la toalla para acusarle de
traición. Es una parte de la lucha entre el PDeCAT (antigua casa Convergència) y Esquerra Republicana de Catalunya.
Quien aguante más –dicen librescamente--
ocupará el lugar central de la política soberanista pase lo que pase el
día 1 de Octubre. Pero, como en otras ocasiones ha pasado, esa desaforada
competencia provocará desgarros en todos los sectores. Sin descartar que los
más vociferantes de hoy serán los primeros en organizar la retirada, disfrazada
de cordura para no infundir sospechas. Tiempo al tiempo.
Ojalá acierte Lluis Foix.
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