Tiempos de la Dictadura. Calle
Fray Luis de León en la ciudad de Mataró. Una larga cola de gente en la calle.
No es un cine. Es el despacho de abogados laboralistas Montserrat
Avilés y Albert Fina. Es el despacho por antonomasia.
La primera intervención pública
de Montserrat y Albert en Mataró fue la defensa de los vecinos de la barriada
de Rocafonda frente al alcalde franquista Pedro Crespo. Ganaron el juicio los
vecinos. El vecindario elevó a los altares a nuestros dos abogados. Después,
miles de trabajadores mataroneses suscribimos una modesta iguala.
El despacho se convirtió en el
centro de los encuentros de todo lo que popularmente luchaba en la ciudad. Montserrat
y Albert nos daban cobijo. Allí se produjeron los primeros contactos entre los
viejos anarco-sindicalistas, nosotros de militancia comunista y los cristianos.
Acabada la jornada, a eso de las diez de la noche, nos veíamos en el bar de la esquina y
Montserrat nos explicaba los problemas que habían tratado.
Mucho debe el movimiento de los
trabajadores y el sindicalismo a la militancia de ambos abogados, a su enorme capacidad
profesional y a su pedagogía. A la pasión inquieta de Montserrat, a la flema
templada de Albert. A la defensa de los intereses de los trabajadores en
Magistratura. También a sus intervenciones como abogados de los detenidos en el
Tribunal de Orden Público. Por eso, cuando este mismo tribunal juzgó a nuestros
abogados, fletamos autobuses para ir a Madrid en apoyo a Montserrat y Albert.
Para nosotros eran como Francesc Layret en
su tiempo.
Por eso, al enterarme del
fallecimiento de Montserrat se me puso en la garganta una bola que todavía no se
me ha ido. Mi amigo Pedro López Provencio ha
dejado escrito que Montserrat fue una «dona excepcional». Queda dicho. Miles de
trabajadores barceloneses (Seat, Olivetti …) lo pueden corroborar.
Isidor Boix, por su parte, ha escrito
sobre la figura de Montserrat: http://iboix.blogspot.com.es/2013/05/homenaje-montserrat-aviles-que-hoy-esta.html?m=1
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