miércoles, 24 de mayo de 2017

La madre de todas las estafas


El barbero de Sevilla sin Fígaro. El Príncipe de Dinamarca sin Hamlet. Una estafa de tomo y lomo. Rossini y Shakespeare decapitados a cosa hecha. O, lo que es lo mismo, una moción de censura al presidente del Gobierno sin Mariano Rajoy. La madre de todas las estafas.

Hace algún tiempo algunos letraheridos me llamaron la atención por haber osado decir que el hombre de Pontevedra se iba deslizando a marchas forzadas hacia el bonapartismo. Incluso llegaron a tirarme de las orejas porque dije que estábamos entrando en una democracia demediada. Desgraciadamente, los hechos concretos –y no las quisicosas academicistas--  están demostrando que un servidor no meaba fuera de tiesto. No tuve mala puntería. Repito, por desgracia.

De un tiempo a esta parte se han sucedido una serie de acontecimientos que muestran que se incrementa el bonapartismo y se degrada, todavía más, la democracia en nuestro país. El carácter y las prácticas del Partido Popular son la expresión más contundente de esta corrosión. Los últimos acontecimientos lo han corroborado: el Gobierno y sus capataces se han pasado por la cruz de los pantalones la reprobación del ministro de Justicia y la cúpula de la Fiscalía. Actitudes de extrema gravedad y, peor todavía, las argumentaciones que les acompañaron. A Hans Kelsen se le hubieran puesto los pelos de punta. Y posiblemente a sir Winston le hubiera parecido que eso traspasa desvergonzadamente la política de derechas.

Algún que otro manijero del Partido Popular ha calificado de «payasada» la presentación de la moción de censura. Por menos motivo el indecible de Hernández Mancha le presentó una censura a Felipe González y, éste, a su vez,  hizo tres cuartos de lo mismo con Adolfo Suárez. Ninguna de las dos, dicho sea de paso, tenían posibilidades de prosperar. Vale decir que ni Suárez ni González calificaron dicha figura parlamentaria como una payasada. Se apretaron los machos y dieron la cara.

Pero el hombre de Pontevedra no sólo no da la cara sino que aparenta tomárselo a chacota y anuncia retrecheramente que hará mutis por el foro. Sabe perfectamente que, incluso quienes no apoyen la moción de censura de Podemos, lo pondrán verde. Que también los que critiquen a Pablo Iglesias el Joven lo crucificarán. Que hasta el versátil Albert Rivera, haciendo mangas y capirotes, aprovechará la ocasión para sacarle los colores. El hombre de Pontevedra, así las cosas, estima que Fígaro sobra en El barbero de Sevilla. Que a Shakespeare se le fue la mano introduciendo a Hamlet en El Príncipe de Dinamarca. Y algo más: que la estabilidad del gobierno español será observada sospechosamente por las cancillerías europeas. Ahora bien, Rajoy sabe que los periódicos del Movimiento, viejos y nuevos, le reirán las gracias. Para eso, se diría, está el saco de reptiles.


Una sospecha: el hombre de Pontevedra no sólo lee Marca, también Arriba


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