Parece que la última trinchera
del Partido Popular
empieza a estar en apuros. Nos referimos a Cristina Cifuentes. La UCO –o sea, la Unidad
Central Operativa de la Guardia Civil--
la ha señalado en sendos informes. Hay sobrados indicios de que no es
oro todo lo que reluce, por decirlo de una manera suave. O, si lo prefieren, el
oro del que presume Cifuentes es del que cagó el moro. Consecuencias: el hombre
de Pontevedra, con más apuros todavía, ordena el cierre de filas con un alegato
que va dirigido sin disimulo a la (todavía) potente bandería del partido que, sumida
en la charca, dispara contra la última trinchera, contra su propia conmilitona,
doña Cristina. Cosas del fuego amigo que, cada vez más, es enemigo. Ya lo dijo
el canciller Adenauer: «Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido». Y
Andreotti lo remató con palabras similares.
La reacción del Partido
Popular sigue la senda más de lo mismo. Con una novedad que ya Cifuentes había señalado:
un ataque en toda la regla a la mismísima Guardia Civil. Exactamente así:
¿quién se cree que es la UCO para apuntar contra la virginidad de
Cristina? Entiéndase: la virginidad de
quien no tiene la mano tiznada.
Y como es de rigor en estos
casos, la defensa de Cifuentes es el ataque. A la otrora inatacable Benemérita.
La pura Cristina arremete contra la metodología de la UCO a la hora de hacer
sus informes. Dice: la UCO no puede indiciar qué son delitos y qué debe
proponer al Juez instructor. ¿Ignorancia sobrevenida? No, padre. Se trata de una
burda operación de deslegitimación de la UCO, de sus formas de investigación y
una acusación a la falta de independencia de la Unidad. El mismo estilo que el
de sus mentores. En todo caso, son unas maniobras inútiles. El Magistrado Joaquim Bosch lo ha dejado claro: el
informe de la UCO es impecable, hace y dice lo que le corresponde. Así las
cosas, lejos están los tiempos de aquella «guardia civil caminera». Lo sabe
perfectamente el hombre de Pontevedra y lo teme esta Cristina Cifuentes, cuya pureza
está siendo puesta en entredicho. En conclusión, el Partido apostólico va
perdiendo asideros a marchas forzadas. Por su mala cabeza.
P/S. En la foto el cabo Colomera, el terror de las tierras de
Granada, de su vega y del secano.
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