viernes, 10 de marzo de 2017

Novedades en este 8 de Marzo

Homenaje a Aurora Gómez



De este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se hablará durante mucho tiempo. Pongo especial énfasis en lo de «trabajadora» porque, desde hace ya mucho tiempo, hay quien intencionadamente ha eliminado esa adjetivación. Otros por puro despiste que ya roza en la inopia. También el papanatismo es trasversal. Digo que se hablará durante mucho tiempo porque han aparecido algunas novedades sobre las que convendría cavilar. Por ejemplo, la masividad de las movilizaciones, que no se han ceñido a las principales ciudades españolas. Y el carácter de las manifestaciones que ya no tenía el tradicional sentido ritual de los años anteriores. Y los ecos de la huelga de las mujeres polacas de hace algunos meses. Y los efectos, directos e indirectos, del llamamiento mundial de determinadas organizaciones a la movilización, que no ha sabido leer adecuadamente el sindicalismo mundial, que –en el mejor de los casos--  lo consideraron una extravagancia. Menos mal que el sindicalismo español ha estado más atento.

Digamos, además, que este 8 de Marzo venía precedido por un encendido debate en torno a la equiparación de los derechos de la mujer, especialmente en el terreno salarial; y también por el recrudecimiento de la violencia de género, que de manera inquietante empieza a afectar a los grupos etarios cada vez más jóvenes. Un contexto de estas características merecía la masividad de estas movilizaciones. 

En el terreno estrictamente sindical aparece otra novedad: la percepción de que la ética de los fines (objetivos) tiene que sustentarse en la ética de los medios (instrumentos). Esto es, si se quiere la equiparación del uso derechos laborales ello comporta los instrumentos adecuados para ello. Porque, en caso contrario, no se puede hablar con propiedad de «sindicato general», de hombres y mujeres. Ni tampoco se puede hablar de confederalidad plena si las mujeres siguen siendo una mera muleta. Si se mantiene esa práctica, que contraviene la literatura oficial, estaremos hablando de un sindicalismo demediado.

El filósofo de Ocata escribe: «Sinceridad, la verosimilitud del yo que se muestra ahora» (1). Que viene al pelo para lo que intentamos decir. Sin instrumentos la retórica es pura fanfarria. De ahí la importancia de algunas enmiendas congresuales, ahora en discusión, que impondrían la proporcionalidad de género en las comisiones deliberadoras de las convenios colectivos y, mejor todavía, la paridad para todas las prácticas contractuales. En suma, si el «yo» (sindicato) es sincero debe demostrarse ahora. En los hechos.

Una observación en torno a la equiparación salarial. Esta es una variable dependiente de la organización del trabajo. Es decir, el meollo está no en el salario en tanto que tal, sino en aquello que lo determina. Una obviedad que sabemos desde tiempos antiguos, pero que se pasa por alto a la hora de remover todos los impedimentos que taponan el acceso de la mujer a la categoría profesional y al puesto de trabajo. 



               1)  Gregorio Luri. Aforismos que nunca contaré a mis hijos (La isla de Siltolá, 2015, página 57)

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