«Piteas se burlaba de Demóstenes, hijo de Demóstenes, diciendo que sus
reflexiones olían a mecha de lámpara porque aquel se pasaba toda la noche en vela,
pensando y aprendiéndose lo que iba a decir cuando se presentara ante los atenienses».
Son palabras de Claudio Eliano (175--235) en Historias curiosas. Libro VII, 7ª.
Según parece el olor de los
discursos del Demóstenes Chico era similar al de Mariano Rajoy. Olor de aceite
rancio. Por supuesto, es lo que esparce su intervención ayer en Barcelona ante
lo más granado del parné, chanel número cinco.
Rajoy ofreció millones para
infraestructuras. De esa manera entiende que puede abrirse una negociación –o
algo por el estilo-- para resolver el
enconado conflicto catalán. El problema es que dicho conflicto ya no es
esencialmente económico. Es, guste o no, de naturaleza política. En el
inmovilismo del Partido Popular está fundamentalmente la raíz más inmediata del
pudrimiento de la situación. Que se va agriando exponencialmente. Por lo que la
oferta de Rajoy ya está fuera de fase. Lo que no quiere decir, naturalmente,
que se exija la puesta en marcha de tales infraestructuras.
Repetimos, el conflicto es
político. Y, como tal, es visto por centenares de miles de personas en
Cataluña. Que dicha situación esté siendo aprovechada de manera artera por la
política secesionista no contradice lo anterior. De ahí que sostengamos que el
discurso de Rajoy esté desubicado de lo que está pasando en Cataluña. El olor a
aceite rancio es incapaz de avanzar hipótesis de solución. Por lo que o las
propuestas son de naturaleza eminentemente política o las espadas del
esencialismo de los romanos y los cartagineses seguirán en alza. La discusión,
así las cosas, se mantendrá como una gigantesca querella entre el fuero y el
huevo. O lo que es lo mismo: el litigio entre esencialismos a la búsqueda de
quien la tiene más larga.
Propuestas políticas. Que
propongan una radical reestructuración administrativa, política e institucional
del Estado. Estableciendo programas, itinerarios y tiempos de ejecución.
Buscando, de momento, una mejor conllevancia. Porque la base del conflicto no
se resolverá en muchos, muchísimos años.
Decir lo contrario es engañar al personal a sabiendas y queriendas.
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