El socialismo español tuvo ayer
tres capitales: Madrid, Burjasot y Torrelavega. En esos tres actos, los tres
aspirantes a gobernar el PSOE lucieron su palabra, sus bríos y, unos más que
otros, sus decorados. Madrid, exhibición de apoyos de alto copete; Burjasot,
caricias a la militancia; Torrelavega o la austeridad de un candidato que no
pierde las esperanzas. Susana, la Enviada de Felipe González en la Tierra.
Pedro Sánchez, el aparentemente deseado por las corrientes críticas. Patxi
López, persona educada de quien, al menos en público, no se le conoce una
palabra más alta que otra.
¿Novedades? Siendo exigentes con la lectura de los tres actos podemos (y debemos) decir que ninguna. Si lo somos menos mencionaríamos la propuesta de López: la realización de un debate a tres. Que este planteamiento favorezca a López (el menos favorecido por los hados) no quita que parezca necesario. Porque lo que ocurra –o deje de ocurrir en el socialismo español-- no es irrelevante. Por ello, me atrevo a sugerir que debería ser la Gestora quien debería auspiciar esa iniciativa. Al menos de esta manera podría esquivar la suspicacia de quienes, que no son pocos, le suponen un favoritismo indisimulado por la candidata sevillana.
¿Novedades? Siendo exigentes con la lectura de los tres actos podemos (y debemos) decir que ninguna. Si lo somos menos mencionaríamos la propuesta de López: la realización de un debate a tres. Que este planteamiento favorezca a López (el menos favorecido por los hados) no quita que parezca necesario. Porque lo que ocurra –o deje de ocurrir en el socialismo español-- no es irrelevante. Por ello, me atrevo a sugerir que debería ser la Gestora quien debería auspiciar esa iniciativa. Al menos de esta manera podría esquivar la suspicacia de quienes, que no son pocos, le suponen un favoritismo indisimulado por la candidata sevillana.
Y, al menos (en teoría), los
llamados a votar en estas primarias tendrían datos substanciosos de lo que
piensan los jefes de fila. Porque, francamente, se sabe de los tres solamente
lo que sus parciales les atribuyen. Sobre una serie de cosas de menor
importancia. Entiendo por «datos substanciales», como mínimo, los siguientes:
a) ¿de qué manera la socialdemocracia europea sale de las aguas pantanosas en
las que se encuentra; b) ¿de qué modo se reconstruye esta Europa, que se
encuentra en un proceso de achicamiento acelerado. Y a partir de ambas
consideraciones: ¿qué PSOE y qué izquierda necesita España? Lo que también
implicaría de qué manera pretenden abordar la cuestión catalana.
De hecho, la respuesta a tales
interrogantes es una deuda que el PSOE –también, por supuesto, los tres
candidatos-- deben a la ciudadanía. Tres
dirigentes que intentan resolver la cuestión desde una posición que se nos
antoja de tradicionalismo nacionalista, esto es, haciendo abstracción de los
vínculos que la política española tiene con los procesos de reestructuración e
innovación en curso, en el mundo real de la globalización.
Sabemos que nada de ello se dijo
en Madrid, Burjasot y Torrelevega. Allí primó la arenga. Sólo el grito
endogámico en torno al PSOE, dejando de lado en qué contexto se encuentran sus
dificultades. Allí se entendió que era el momento de la agitación, del fervor
de los suyos. Ni una sola pista para apuntar por qué el gradual declive –en
España y Europa-- en los momentos de la
mayor tempestad económica, social y política. Es más, ninguno de los tres nos
han dado un anticipo de qué piensan hacer si ganan. Ni del futuro imperfecto que
nos aguarda. Sin embargo, nos han dicho
–unos más que otros-- algo que es
preocupante: «Revindicar el socialismo de
siempre» (1). Es lo que yo me temía en mi visita a Bilbao,
una ciudad magnífica que ha sabido conjugar armónicamente la tradición y la modernidad,
la sabia opinión del filósofo de Ocata.
Paco Rodríguez de Lecea
recuerda que: «Reivindicar en estas
circunstancias el socialismo “de siempre”, sirve de poco. Lo cierto es que, de
siempre, el curso fluvial del socialismo español ha sufrido desapariciones
prolongadas, ha recorrido meandros tortuosos, ha cerrado pactos dudosos y ha
predicado, en función de por dónde soplaba el viento, hoy una cosa, mañana la
contraria. Proclamar desde la megafonía de los medios que “somos los
mismos de siempre, y lo seguiremos siendo”, quizá no sea la fórmula idónea para
convencer a un electorado bastante escamado».
En resumidas cuentas, es también
preocupante que el hilo conductor de los tres actos y sus tres dirigentes sea
eso: el socialismo de siempre. Aunque, para no provocar a los
letraheridos, es más adecuado decir de casi siempre.
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