lunes, 13 de marzo de 2017

Los intereses creados en la vieja y nueva política catalana

Los llamados «tiempos de la Justicia» han hecho coincidir en el espacio tiempo dos juicios que vienen de antaño: los casos Palau y Pretoria. El primero, caracterizado por una  fuerte vinculación entre negocios  sucios de particulares y la financiación a Convergència; el segundo, fruto de una entente entre particulares que eran conspicuos dirigentes del partido de Jordi Pujol (Lluis Prenafeta, mano derecha del Viejo Patriarca y Macià Alavedra, su brazo izquierdo) y conspicuos cargos representativos de los socialistas catalanes (el alcalde de Santa Coloma, Bartolomé Muñoz, y el diputado Luigi). Palau, de neta vinculación política; Pretoria, de mero enriquecimiento personal de unos particulares, aunque así mismo político por las mencionadas responsabilidades políticas de sus protagonistas. En todo caso, parece seguro que la opinión pública no sabrá diferenciar del todo tanta sutiliza. Las caricaturas son de trazo grueso y no admiten los matices.

Pretoria fue la exhibición de hasta qué punto ciertos altos exponentes de la derecha nacionalista (el llamado sector negocios) decidió abandonar el calvinismo burgués para sacar provecho personal. Tantas veces fue el cántaro a la fuente de la financiación de su partido que, al final, decidió mirar por ella misma, por la famiglia. Tres cuartos de lo mismo pasó en esa franja socialista (Bartolomé Muñoz y el tal Luigi), harta de pisar la moqueta de la oposición, decidiendo organizar la transhumancia de los huevos fritos al lenguado a la meunière y, de ahí, dar el salto al plato de angulas. En todo caso, lo uno (Palau) y lo otro (Pretoria) fueron indicando que Cataluña y “España” habían entrado en un proceso de indistinción en lo atinente a las prácticas de corrupción política y económica. Al fin y al cabo, todos ellos son descendientes del triunviro romano Marco Licinio Craso que tenía el dinero a espuertas, ganado con poco sudor de su frente.

En resumidas cuentas, este es el tinglado de la vieja-nueva farsa de los intereses creados. ¿Habrá tierra suficiente para tapar ambos agujeros, Palau y Pretoria?



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