jueves, 28 de abril de 2016

Despidos en los medios de comunicación o el poder empresarial multimedia




Homenaje al maestro Jordi García--Soler

Me inquietan dos cosas: una, los despidos de periodistas en estos últimos días; se trata de Jordi García—Soler (Catalunya radio), Ignacio Escolar (SER) y Ester Palomera (La Razón); otra, la falta de reacción solidaria de sus colegas de profesión. Ya lo pueden bien decir ustedes: se trata de despidos por motivaciones políticas.

García—Soler ha sido puesto en la calle por no seguir los cánones soberanistas de la dirección de la radio pública catalana; Escolar ha comentado reiteradamente la presunta vinculación de Juan Luis Cebrián, factótum della città, con la zahúrda de los llamados «papeles de Panamá», y Palomera por su discrepancia con el flamante comisario honorario, Marhuenda sobre la gestión política de Rajoy y sus circunstanciados detalles. Hasta donde nosotros sabemos la oposición al autoritarismo de este poder empresarial ha brillado por su clamorosa ausencia. Nadie se ha visto concernido, ni a ninguno de los colegas se le han movido las tripas para pasar a la acción colectiva. Ni siquiera una humilde recogida de firmas; ni tampoco los clérigos de la cultura, ilustres escribidores de los medios, han ido de la mano de aquel Julian Benda que les reclamaba un gesto, una «traición» a los poderosos. De unos poderosos que, en este caso, han aparecido como indiferenciados: la Terribas, el Cebrián y el Marhuenda.

¿Es el miedo quien paraliza, en este caso, la solidaridad? ¿es la indiferencia? Por supuesto, algo hay de todo ello. Sea lo que fuere, dejamos el asunto a los expertos en el asunto del acollonamiento personal y colectivo. Lo que importa en este caso son las consecuencias: de las personales podemos decir que se van concretando en una generalizada autocensura que deja al profesional discapacitado para su función que va transitando desde la «servidumbre voluntaria», de la que habló La Boétie,  a la esclavitud del espíritu; de las colectivas, o sea, una redacción de profesionales transfigurados en una manada de borreguillos de alquilada docilidad (1). Y como remate de lo anterior: a la opinión pública solo se le traslada, así las cosas, una mandanga con o sin perifollos.

Por cierto, no me resisto a referirme, aunque brevemente, a esta consideración. No son pocos los medios que hablan de la crisis de la política, de la crisis de confianza de la ciudadanía con la política, pero ninguno de ellos habla de la crisis de los medios de comunicación, de la vinculación de las empresas multimedia a la política y del contagio que se endosan, recíprocamente,  las unas a las otras. De manera que tal vez ha llegado el momento de recurrir al filósofo de Parapanda, Juan de Dios Calero, que sentenciaba: «No le compren carbón a quien no esté tiznado».  Sea, pues.  

   (1)                         Texto de La servidumbre voluntaria:  http://tratarde.org/wp-content/uploads/2011/10/Etienne-de-la-Boetie-Discurso-sobre-la-servidumbre-voluntaria1.pdf


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