lunes, 19 de octubre de 2015

¿Quiénes son los propietarios de los partidos políticos?




En la Fabra i Coats de Borgonyá el 1 de Octubre de 1980. Es una gentileza de Jaume Amargant Paniello.


Así habló Pedro Sánchez: «El PSOE no es patrimonio exclusivo de sus militantes, sino de miles de ciudadanos progresistas que quieren cambiar España».  Según comentaristas aproximadamente bien informados esta fue la única alusión que los miembros del comité federal escucharon a Sánchez en relación al caso del fichaje de la ex de Upyd, Irene Lozano.

No es la primera vez que parecidas palabras hemos oído de dirigentes de diversos partidos. Desde aquellos de tradicional estampa a la de los autoconsiderados emergentes. En esta ocasión se amplía el tenor de la relación entre partido y «ciudadanos progresistas» ya que eleva a estos a tener un patrimonio de tanta significación simbólica y política como la del partido socialista. Lo que, al menos a un servidor, le provoca esta inicial meditación que reemprenderé cuando tenga la cosa más madura. De momento, ahí van estos apuntes. 

El desideratum de los dirigentes políticos o sociales que compartan lo dicho por Sánchez tiene gran importancia porque, de desarrollarse esta idea, podría conducir a una práctica renovada de la vida de los partidos. De momento, sin embargo, las declaraciones del secretario general del PSOE me parecen o bien una exageración o no responden cabalmente a la práctica de partidos y movimientos. Hago abstracción ahora sobre si los afiliados son, asímismo, propietarios de partidos y movimientos porque la línea argumental de Sánchez para justificar una decisión personal –la inclusión de la Lozano en la candidatura socialista por Madrid--  se refería a los «ciudadanos progresistas». Así pues, de momento vamos a hacer como si los afiliados tuvieran esa característica. Sólo de momento.

Premisa. Un propietario tiene derechos sobre aquello que posee. Tiene poderes y controles. Unos y otros  no son metafóricos ni simbólicos. Son derechos, poderes, controles de mayor o menor envergadura y fisicidad.  En el caso de que un servidor estuviera en lo cierto, la pregunta que deberíamos hacernos para contrastar la opinión de Sánchez, podría ser esta (o alguna parecida): obviando las metáformas acerca de la propiedad, ¿en qué se concreta la afirmación del primer lider del PSOE? ¿Qué estatuto interno del partido –o de cualquier otra organización— indica que Sánchez habla con fundamento? Porque lo que indica la cruda realidad es justamente lo contrario. Peor todavía, en ciertas ocasiones hemos visto que, incluso la «propiedad» (los afiliados) ha sido trasladada a un bien mostrenco como fue el caso de la expulsión total de la militancia de Izquierda Unida (Madrid) por parte de la dirección federal. ¿Se puede dejar de ser propietario tras una decisión airadamente administrativa?

Lo que realmente se constata es la enorme lejanía entre la organización y sus amistades externas. El único elemento de novedad es la práctica de las primarias. Pero hay que convenir que se trata de algo puntual y, como hemos dicho en otras ocasiones, provoca una paradoja: la elección universal del líder le fortalece todavía más y no necesariamente en su auctoritas. La pregunta inquietante que, en todo caso, hay que formular a todos los partidos es: ¿se trasladan los métodos del grupo dirigente central a los periféricos? Mucho me temo que es una pregunta retórica.

Ya se ha dicho anteriormente que en su día hablaremos de la relación entre grupos dirigentes y los afiliados a tal o cual partido. De momento y para dar que hablar, diremos que una gran proporción de estos últimos se ha convertido en una especie de monacato urbano al que se le ha impuesto una orden taxativa: ora et labora que choca con la necesidad de una militancia creativa. Frente a ella la voz del dirigente parece inspirarse en la célebre frase de Juliana de Norwich: “Y todo está bien, y todo estará bien, y todos los géneros de cosas acabarán bien”. Como dando ánimos, pero no argumentos.


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