Ha muerto Jordi Miralles, un políitico que cogió la puerta
giratoria para volver a su profesión de cartero (Jordi Évole)
Les
ruego que presten atención a un libro de gran envergadura que he acabado de
leer. Me lo recomendó el profesor Javier Tébar
sabiendo de antemano que me aprovecharía su lectura. Se trata de El llarg procés, cultura i política a la Catalunya contemporània
(1937 – 2014, su autor es Jordi Amat,
editado por Tusquets (2015). Pero, antes
de continuar, permítanme un ruego al autor: oiga, caballero, le pido
encarecidamente que proceda a la traducción al castellano porque –entiende un
servidor-- sería de gran utilidad a mis
pocos amigos, muchísimos conocidos e innumerables saludados; todos ellos
deberían estar al tanto de lo que usted ha relatado con ameno rigor.
Entiendo
que la obra es «una rigurosa crónica de historia intelectual que arranca en
plena guerra civil y se cierra con un diagnóstico de los peligros de los usos y
olvidos interesados del pasado que condicionan el presente», como acertadamente
se expone en la contracubierta. O, lo que es lo mismo: una exposición de lo que
dijeron e hicieron, durante ese largo periodo, las personas que, a juicio del
autor, han influenciado más en Cataluña.
Séame excusado no dar la lista de todos ellos por mor a la brevedad.
Como
es natural tengo dos maneras de posicionarme ante este libro. Una primera que
engloba el periodo hasta los años sesenta, en la que me sitúo en posición de
oyente, de un oyente que aprende; una segunda, en la que contrasto lo que yo
viví, que va desde aquellos años hasta nuestros días más recientes, aunque
también aprenda de lo que se dice. Sobre esta segunda parte quisiera decir la
mía.
El
autor consolida una vieja idea que siempre me ha rondado la cabeza. Mientras Jordi Pujol, a base de meandros tácticos, iba
creando y consolidando protoestucturas
de Estado culturales, ya en tiempos de la Dictadura , la izquierda tenía un proyecto
solamente político. Las izquierdas y Pujol tenían ciertamente el mismo
objetivo: la liquidación del franquismo. Una de las diferencias más llamativas,
que el libro resalta con vigor, es que los primeros tenían una concepción
unitaria; Pujol, no obstante, puso el acento en que la hegemonía no estuviera
en manos de la «izquierda marxista», de un lado; y en que la «cuestión social»
estuviera fuertemente supeditada a la «cuestión nacional». Por eso, a pesar de
los dineros que dio a la creación de un sindicato fundamentalmente
nacionalista, no estuvo muy interesado en que se desarrollara y la cosa quedó
sólo en un sindicato-probeta.
El
libro, además, consolida algo que algunos sospechábamos, aunque sin influir en
su corrección: 1) que Pujol tenía un proyecto, apoyado por medios financieros,
editoriales y prensa escrita, para Cataluña, mientras que la propuesta de
«catalanismo popular», inspirada por Antonio Gutiérrez
Díaz, ni se concretó ni realmente fue el eje central del PSUC: devino simplemente un eslogan; 2) tras la
hecatombe del PSUC, son los socialistas los únicos que, en la izquierda,
pudieron enhebrar un proyecto catalán, pero se quedaron solamente con un
proyecto para Barcelona, de ahí que se ampliara la histórica desconexión --tal
vez una antinomia-- entre la gran
ciudad y el resto de Cataluña; 3) la primera victoria de Pujol en las primeras
elecciones autonómicas no fue suficientemente analizada por la izquierda, que
siempre pensó que aquello fue una anécdota, algo pasajero, un ave de paso. En suma, estas son, de momento, algunas de mis
lecturas del libro de Jordi Amat, no sin antes aclarar que dichas
interpretaciones no comprometen en nada al autor de la obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario