jueves, 8 de octubre de 2015

Nueva y vieja izquierda, nuevos y viejos nacionalismos



Homenaje a Joan Manuel Serrat


El abrupto choque entre el nacionalismo de Estado y el nacionalismo catalán es, ante todo, la expresión principal de que la política española está desubicada – al margen, se diría--  del gran proceso de transformación y cambio del actual paradigma de la globalización. Es ciertamente una lucha por el poder en clave parroquiana, de campanario hemos dicho en otras ocasiones. Se podrá revestir como se quiera dicho litigio, usando metáforas y retóricas más o menos altisonantes, pero en el fondo todo se reduce a una pugna en los pequeños espacios, cuyos confines ya son irrelevantes en la situación actual: el gigantesco proceso de reconversión y reestructuración de los poderes económicos, políticos e institucionales.

Que la derecha política y sus franquicias sean (o se disfracen de) nacionalistas tiene una cómoda explicación. La supeditación a la economía realmente existente, que es global, hace que la política se parezca a la rosa de Alejandría: “colorada de noche, blanca de día”. Que en el nacionalismo hegemónico se traduciría así: nacionalista de día, prótesis ancilar del neoliberalismo global por la noche. Lo que, en el fondo y dado la supeditación de esa política a los poderes fácticos de la economía, tiene su propia, aunque indeseable lógica. Ahora bien, que la izquierda siga siendo nacionalista –entendido este concepto como desubicación de los grandes procesos de globalización y no sólo en el más publicitado caso catalán--  tendría otra explicación.

Parece oportuno que echemos mano del maestro Pietro Ingrao, recientemente fallecido. Traigo a colación su conferencia en la Institució Valenciana d´Estudis i Investigació (Valencia, 8 de Noviembre de 1989) Vecchia e nuova sinistra (1). Habla Ingrao: “Las izquierdas europeas –todas, sin exclusión alguna--  en el curso de este siglo han vivido una época de ‘nacionalización’, de enraizamiento en en la especificidad de los diversos Estados nacionales europeos. Las izquierdas habían sido acusadas, durante un largo tiempo por la derecha de ser a-nacionales o incluso de anti nacionales. En consecuencia,  acción de las izquierdas  --desde Francia a Suiza, desde Italia a Alemania y España--  se orientó fuertemente a reivindicar y definir el papel nacional del movimiento obrero, a insertar su batalla en la forma históorica del Estado nacional”.

Si he comprendido bien a nuestro amigo italiano, podría sacar la siguiente conclusión: la potente ofensiva mediática de la derecha hizo recular a todas las izquierdas –“todas, sin ninguna exclusión”--  al campo de la ‘nacionalización’ del movimiento obrero tanto en su vertiente política como sindical. Una nacionalización que, bien pronto se vio, fue en detrimento del internacionalismo, a pesar de que Karl Marx había hablado, largo y tendido, de la interdependencia de la economía: el legendario “proletarios de todos los países, uníos”, quedó como un hemistiquio en la praxis de las izquierdas que saltaron de la ‘nacionalización’ al nacionalismo, entendido éste como el enclaustramiento en las fronteras de cada país. La solidaridad internacional con la República española y, después, con el Vietnam fueron excepciones gloriosas que no contradicen lo anterior.  Dicho con cierta crueldad: es como si la nacionalización fuera algo respetable y el internacionalismo fuera cosa de los destripaterrones. O, según otras versiones, el nacionalismo es cosa de patriotas sedentarios, mientras que el internacionalismo es el alma de los apátridas errabundos.  

Andando el tiempo se produce un proceso de desubicación política de la izquierda con relación a los grandes cambios que se van operando en el mundo. De ese retraso ya nos previno Palmiro Togliatti en su Testamento de Yalta. (Siento no haber encontrado el  texto en internet, así es que remito al lector al viejo libro que publicó ERA en 1964, Escritos Políticos, de Palmiro Togliatti, con prólogo de nuestro Adolfo Sánchez Vázquez).  En pocas palabras: se nos viene avisando desde hace demasiadas décadas.

Sin embargo, estos avisos –y otros posteriores— no hicieron efecto en nuestras testarudas izquierdas europeas. Que, cada vez más, se empeñaron en consolidar su praxis, cada vez más nacionalista. Hasta que el conjunto de las crisis de 2008 –y las anteriores--  nos pilló sin plumas y cacareando que es la impotencia de ese infatigablemente inútil del gallo de Morón. En pocas y pobres palabras: ante cada crisis, las izquierdas han querido intervenir con los obsoletos instrumentos del campanario; por eso, de cada crisis la izquierda ha salido cada vez más demediada. Y tan calvas y romas están las izquierdas europeas que todavía no hemos oído nada que valga la pena sobre, es un ejemplo entre tantos, el escándalo de Volskswagen. Esta es una referencia directa a la vieja política, pero lo es así mismo a la autoconsiderada nueva política.  Que está desubicada, igualmente, de los procesos de la reestructuración económica, social y política. Lo que explicaría, pido disculpas por mi atrevimiento, que el fenómeno Podemos siga siendo una incógnita. Mejor dicho, que su predicamento inicial no siga en ascenso.

Decía Ingrao en su charla valenciana que “es necesario salir de un razonamiento económico solamente nacional para conducir una lucha a nivel europeo (…) puede parecer difícil, pero ya no podemos razonar en base a parámetros de intereses y reivindicaciones exclusivamente nacionales”. Y yo añadiría: nacionales en el sentido viejo de la expresión como en el no menos viejo del nacionalismo.  Casi tartamudeando me atrevería a insinuar esta reflexión: hasta la presente nadie –de la vieja y nueva izquierda--  ha caído en la cuenta (o, al menos, así me lo parece) de la aparición, tiempo ha, de una “contraconstitución” europea que está haciendo añicos el texto constitucional de 2004. Son las directivas, circulares y toda una serie de disposiciones burocrático-administrativas que matizan o, según el caso, cercenan derechos y poderes democráticos apuntando claramente contra el llamado modelo social europeo. Vale la pena recordar hasta qué punto las izquierdas, políticas y sociales, estuvieron distraídas tras la aparición del Libro verde del Derecho del Trabajo europeo a finales de 2006, que ya anunciaba los futuros desaguisados (2).

De ahí que un lúcido Antonio Lettieri afirme que “las consecuencias más graves tienen que ver con la cara que permanece en la sombra; nos referimos a los profundos daños infringidos a las estructuras democráticas en cada país. Grecia hace explícito lo que antes estaba oculto” (2). No obstante, la vieja y la nueva izquierda parecen coincidir en la común distracción de lo que está comportando el movimiento contra-constitucional.

De donde llegamos a otra conclusión: la desubicación de las izquierdas, viejas y nuevas, está conduciendo no sólo al debilitamiento de la representación política, sino a una ineficaz representación y a la consolidación de la auto referencialidad: una y otra dejan de ser sujetos extrovertidos que miran exclusivamente el patio de su casa, que es particular como todos los demás.

Tengo para mí, sin embargo, que ese callejón tiene salida. A saber, 1) la inserción de las izquierdas –viejas y nuevas--  en el mundo de las grandes transformaciones de época que se están operando, de los grandes  acontecimientos de hoy; un ejemplo inmediato: discutir en España y Europa qué ha pasado en Volkswagen, de qué manera impedir que ésta –aprovechando que el Llobregat pasa cerca de la Seat— haga un brutal estropicio con los trabajadores, catalanes, navarros y europeos. 2) convertirse en sujetos plenamente europeos y no en diferido.  3) compartir diversamente –cada cual con sus códigos, responsabilidades y objetivos--  con los movimientos sociales que, a su vez necesitan transformarse también, un paradigma común de tutela y promoción de los derechos e intereses de la ciudadanía. Y 4) convertir su tradicional pugna, basada en “mors tua vita mea”, en una acción de emulación. Justamente lo contrario, por ejemplo, de los zurriagazos que se propinan desde la noche de los tiempos y que recientemente se ha reeditado confusamente por dos jóvenes echaos p´alante –uno con mochila, otro en mangas de camisa-- en nuestro país.   

¿Que es poca cosa? Probablemente, pero en tal caso pongan ustedes algo de su parte.  Vale.

(1)         Pietro Ingrao. Interventi sul campo. (CUEN, sin fecha).  
(2)         José Luis López Bulla. Otra reflexión sobre el Libro verde: http://firgoa.usc.es/drupal/node/36492
(3)         Antonio Lettieri.  Grecia y el lado oscuro de la Eurozona


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