Homenaje a Giacomo Matteotti en el aniversario de
su asesinato.
La
dramática situación de los socialistas catalanes no viene de la «cuestión
nacional». Esta, sin embargo, le ha dado mayor espectacularidad a la crisis que
venía de tiempos más lejanos. Ahora bien, la dimisión de Pere Navarro, primer
secretario del Partit dels Socialistas catalans, tiene efectivamente su
epicentro en en dicha cuestión nacional. O, lo que es lo mismo: antes de Pere
Navarro el partido tenía una metafórica neumonía bacteriana.
Como es
natural, tras la dimisión de Pere Navarro, al no saber gobernar el tifón, se
oyen voces reclamando el congreso del partido. Alguien, desde la oposición más
inverecunda, ha reclamado ya un congreso de «refundación». Digamos entre
paréntesis que la historia del PSC, desde sus orígenes, es el relato de una
doble crisis de sus grupos dirigentes: una, las relaciones políticamente
inamistosas entre sus miembros, y, dos, las complicaciones (unas veces
subterráneas y otras afloradas) con el PSOE, que para unos era papá y mamá, para
otros era hermano o hermanastro. Y si embargo, esa crisis de los grupos
dirigentes no impidió que, al igual que las guerras civiles en la Roma republicana de antañazo,
el partido –durante muchos años— fuera alcanzando importantísimas cotas de
poder político e institucional. Ha llegado el momento de cerrar el paréntesis.
Habrá,
pues, congreso. Y ya iremos viendo, desde el tendido de sol y sombra, su
preparación, sus documentos y su clausura. En todo caso, harán bien considerar
que la crisis viene de lejos. Es más, que tiene un profundo vínculo con la
crisis de la socialdemocracia europea. Que ha alcanzado mayor diapasón con la
inexistencia de un partido de ese ropaje en Italia y el humillante resultado
del PASOK en Grecia. Pero como quien mucho abarca aprieta poco, vamos a
centrarnos en los socialistas catalanes con trazos de brocha gorda.
Primero.
Los socialistas catalanes, aunque no fueron los únicos, no supieron ver y, por
lo tanto, no vieron los cambios (primero microscópicos, después de gran diapasón)
que se iban sucediendo: de un lado, Cataluña dejaba de ser una importante
geografía industrial, y, de otro lado, allá donde permanecía esa dimensión
estaba en permanente y veloz reestructuración-innovación.
Segundo.
Los socialistas catalanes (al menos sus grupos dirigentes) fueron contagiándose
–al igual que sus familiares europeos) de la mitografía del neoliberalismo. El
«no hay alternativa» se añadió a quien no tenía ninguna alternativa. Así las
cosas, quien sólo podía ofrecer políticas
paliativas (la expresión es de Alain Supiot) que no contestaban los enormes
desperfectos del neoliberalismo se iban deteriorando tanto la utilidad de los
socialistas como la eficacia que, en principio, se les suponía. Que el partido
siguiera teniendo un importante espacio de poder no impedía que fuera
tendencialmente agrietándose.
Por otra
parte, el PSC era percibido como un partido con el espinazo bífido: seguidor,
consciente o inconsciente, del nacionalismo catalán para algunos y, para otros,
una sucursal del socialismo español y, por tanto, reo de jacobinismo. Ante la
emergencia de nuevos sectores que le disputaban por ambos flancos el PSC,
dividido en mayor o menor medida en su interior, acabó embarullándose y, peor
todavía, no leyendo el goteo significativo de pérdida de apoyos electores, ni
siquiera lo que iba moviéndose hacia otros derroteros en los caladeros
tradicionales de votos. No leyeron bien la emergencia de Esquerra Republicana
ni la de Ciudadanos. La respuesta que daban recordaba la canción No hay novedad, señora Baronesa. Así el
problema, la izquierda paliativa poco podía hacer.
Dos observaciones.
Una. Tengo
para mí que la socialdemocracia europea en su laberinto se encogió de hombros ante la caída de los
países del Este con su socialismo de Boletín Oficial del Estado. «Eso no va con
nosotros, es cosa de los comunistas». Lo vieron como la eliminación de un
competidor electoral. No fueron pocos los que brindaron alborozados por la
crisis mortal del PSUC en Cataluña. Sin embargo, “lo del Este” iba también con
ellos.
Otra. Por
otra parte, no estará en sus cabales quien vea que la profunda crisis del
socialismo catalán es una oportunidad para su particular sorpasso. El nuevo cuadro podría acabar con menos izquierda. Hay
quien espera, parece ser, la fabricación de nuevas contingencias electorales de
la «izquierda fetén». A ello respondió de manera tosca un amigo iracundo: «Con
un conjunto de virutas no se construye un mueble». Ignoren su descortesía, pero
atiendan lo que quiere decir este caballero tabernario.
Radio
Parapanda. Cuando la reforma laboral sea declarada constitucional este verano
en http://baylos.blogspot.com.es/2014/06/cuando-la-reforma-laboral-sea-declarada.html Escribe Antonio Baylos.
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