Las reflexiones que expongo parten de dos
consideraciones previas: a) el respeto a la autonomía teórica de la revista y
b) mi distanciamiento sobre los contenidos de, al menos, la editorial de dicha
publicación. Las líneas que vienen a continuación explicarán hasta qué punto
veo yo las cosas de otra manera.
Entiendo que la editorial apunta a un enclaustramiento de la personalidad de UGT
en los confines de Catalunya.
Primero
Me permito partir de esta consideración: el actual
paradigma no es un «cambio de época», sino un «cambio de dimensión», que nada
tiene que ver con los cambios de época que se han dado a lo largo de la
historia de la humanidad y, por supuesto, del conflicto social. La potente
innovación tecnológica ha generado el nuevo acontecimiento económico que es la
globalización. Todo ello ha puesto en marcha un gigantesco proceso de
innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios y,
simultáneamente, una profunda crisis del Estado nacional y de todos los
espacios del territorio. Ambas cuestiones ponen, de un lado, en entredicho la
relación del sindicalismo con el Estado nacional y el territorio; y, de otro
lado, el tránsito de la economía industrial (históricamente basada en el territorio) hacia la economía
financiera (que físicamente tiene el don de la ubicuidad) ha puesto, de igual
modo, en crisis a la economía y, por ende, a la personalidad del sindicalismo
confederal. [Un inciso: dejo para otra ocasión hasta qué punto esa ubicuidad de
la transnacionalidad –mejor dicho, de la globalización sin normas y controles—
de la economía financiera ha quebrado el carácter mismo de «la política»].
Si el sindicalismo confederal no se inscribe con su
propia alternatividad en este nuevo paradigma, que ha venido para quedarse, corre
el peligro de enclaustrarse en un terreno tendencialmente fuera de lugar. O
mejor dicho, en el no-terreno. En mi opinión, se trata de trasladarse como
sindicato de clase y nacional a «sindicato
de clase y global». En ese sentido, tal vez valga la pena aclarar una cuestión:
el sindicalismo de clase y global no es sólo el que realizan las organizaciones
sindicales de carácter trasnacional (la
CES , la CIOLS
y sus respectivas federaciones), es sobre todo el que practican –mejor dicho,
el que esencialmente deberían poner en marcha--
las confederaciones de los Estados nacionales.
Segundo
La editorial plantea sin ningún tipo de eufemismos la
independencia de Catalunya. Repito, mi mayor respeto a la autonomía teórica de
la revista y de su voz colectiva que es la editorial. Este es un planteamiento que
no comparto y que, como apuntaba más arriba, representa una cesura en la
historia del sindicato ugetista. Como no menos legítima es la mía, que se hace
desde fuera de dicha organización. Durante toda mi vida de dirigente sindical
de Comisiones Obreras puedo enorgullecerme de mi estima a UGT y de propiciar,
incluso en momentos ásperos, las mejores relaciones entre el sindicalismo
confederal catalán.
Por otra parte, la editorial nos interpela de manera
indirecta con este interrogante: ¿el proceso hacia la independencia de
Catalunya comportaría la separación de la Ugt catalana de la confederal española que lidera
Cándido Méndez? ¿habrá un referéndum interno en UGT de Catalunya para, al
amparo del derecho a decidir, sepamos qué posición «orgánica» toma el
sindicato? Y todavía queda en el aire otra cuestión: en la acción colectiva del
sindicato, siempre según la editorial, ¿qué es lo básico y fundamental y qué
aliados preferentes tiene el sindicato: el conjunto de la clases trabajadoras
españolas u otros sujetos?
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