Sabemos que Rajoy es un hombre que tiene
muy limitados sus recursos intelectuales. Pero todavía no es rematadamente
imbécil. Lo que no excluye que tenga unos niveles preocupantes de idiocia, que
podrían ser tolerables en cualquiera de sus ministros, pero no en el presidente
de gobierno. Así pues, tendremos que convenir que sus declaraciones en el
estadio donde se hacía el homenaje a Mandela no son las de
un completo imbécil. Pienso que ha calculado –o le han escrito sus escribas
sentados— los efectos de la banalidad del “aquí ganó España el mundial de
fútbol” como una manera indirecta de desmarcarse de la figura del gigante
negro. Y, sobre todo, una forma de decirle a la caverna: «Ya veis, sigo siendo
de los nuestros. Si estoy en el funeral es porque aquí se reparte tabaco». En
todo caso, las declaraciones del Aznar Chico son vomitivas.
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Si la Ley de Seguridad privada ha
recibido el apoyo de Convergència i Unió es de cajón que este es el modelo que
dicha coalición quiere, también, para Cataluña. Este modelo policial, junto a
las privatizaciones y recortes de todo tipo, prefiguran un modelo de sociedad
que configura una Cataluña postdemocrática con las mismas mimbres y hechuras
que la de Rajoy. Se dirá, por parte de quisquillosos analistas, que no es lo
mismo. En efecto, no es lo mismo el calisay que el Licor 43, aunque afirman los
entendidos que pertenecen a destilerías hermanas.
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Aquel alto
funcionario de la iglesia católica, apostólica y romana, mojando levemente su
montecristo en el calisay, sentenció: «Berlusconi es un putero, pero hace las
leyes que a nosotros nos conviene». Lo hubiera podido decir Artur Mas: «Ese ministro
Fernández es del Opus, pero su Ley de de Seguridad privada nos conviene».
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Aquel italiano tuvo el detalle de venir a Parapanda. En
el Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno, atestado de gente, había más expectación que
cuando se estrenó “Lo que el viento se llevó”. El orador vino a decir, sobre
chispa más o menos, que antes llevaban banderas coloradas, más tarde las
cambiaron por un tono calabaza, y ahora para ahorrarse problemas con los
mercados irían a cuerpo juncal. El italiano impasible acabó su charla con un
homenaje a la idiocia: Aut novisimus aut nihil. Desde lo hondo, casi al
lado del mostrador, Juan de Dios Calero dejó su autorizada opinión: «Rienzi,
déjate de pollas, que el agua está muy fría». (Y las palmas echaron humo).
Alguien afirmó que lo dicho por el italiano era pura
entelequia, aunque –corrigiéndose a sí mismo— dijo que Unamuno hubiera llamado
«entequelia». Ah, las cosas de don Miguel…
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