Siempre habíamos dado por sentado que las derechas
han tenido una tendencia natural al autoritarismo. Algo de ello hemos dicho,
con relación a la situación española, en Esta democracia
autoritaria y los sindicatos.
Sin embargo, lo que siempre nos sorprendió fue que esa tendencia podía
ser compartida, con mayor o menor desenfado, por gentes consideradas de izquierdas
o de centro izquierda. Ahora tenemos un botón de muestra de esa inclinación
indisimulada al bonapartismo. Pongamos que me refiero a Matteo Renzi, que se
presenta como candidato a liderar el Partito democratico italiano en las
primarias que están a la vuelta de la esquina. Se trata de un caballero que,
cada vez que oye la palabra «sindicato» le entran dolorosos retortijones en las
tripas. El problema, sin embargo, no es éste. El problema es que Renzi, según
informaciones de toda solvencia, puede ganar las primarias frente al otro
candidato, Gianni Cuperlo.
Digamos, en todo caso, que nada impide que al caballero Renzi le duelan
las tripas ante la voz «sindicato»; la cuestión de fondo está en cómo entiende
la personalidad del sindicalismo y, por extensión, en qué nos afecta también a
nosotros, españoles, la vida y milagros de este Renzi en caso de ganar las
primarias.
Primero. El candidato de este partido de centroizquierda ha declarado
que por supuesto se reunirá, si gana, con la CGIL , pero “nosotros
seremos quienes cambiaremos las futuras reglas del trabajo”. Ese «nosotros», que he puesto en cursiva para
llamar la atención de quien lee en diagonal, se refiere o bien a su gobierno,
si gana las elecciones, o a él mismo (personalmente en persona, que diría el
Catarella de Andrea Camilleri).
Así las cosas, Renzi le rompe el espinazo a toda una manera de gobernar
del centroizquierda cuyo léxico era «discutiremos juntos, con los sindicatos,
para cambiar las reglas del trabajo». Como quiera que el candidato añadió a su
apotegma que «la CGIL
debe limitarse a hacer su oficio», queda meridianamente claro que concibe la
personalidad del sindicalismo como un sujeto técnico y, a la vez, como una
prótesis tanto del partido como, sobre todo, del Gobierno. De donde sacamos una
conclusión: Renzi, que se considera la modernidad de la izquierda (o, más bien,
del centroizquierda) se inspira en los harapos de Ferdinand Lassalle, a saber,
la primacía indiscutible del partido sobre el sindicalismo, que como la mujer honesta «debe quedarse
en casa y con la pata quebrada». Que tiene un parecido en italiano: Donna
onesta, da mattino a sera, è festa. Ni siquiera el diálogo social (ese sucedáneo de la negociación) cabe en la mente del joven candidato a dirigir
el partido.
En resumidas cuentas, lo que plantea este Renzi es un «lo tomas o lo
dejas». Un Renzi que nos recuerda aquel Tony Blair (la señora Thatcher con una
sonrisa, según dejó sentado nuestro Manuel Vázquez Montalbán), el máximo
representante del nuevo, nuevo, nuevo Labour hasta que lo dejó hecho un pingajo
con tanta novedad. Lo diré sin pelos en
la lengua: un Tony Blair que, con su «tercera vía», prolongó la revolución
conservadora con su risueño thatcherismo.
Segundo. Pues claro que nos afecta a nosotros, españoles, esta historia.
Mariano Rajoy, el Aznar Chico, puede ufanarse de que su reforma laboral puede
extenderse al país donde, según Goethe, florece el limonero. Y, por supuesto,
nos afecta más, si cabe, un debilitamiento del sindicalismo confederal italiano
en el caso de que el caballero Renzi se salga con la suya. Algo de lo que nos
está alertando nuestro amigo Antonio Lettieri: «Renzi propone más
privatizaciones y más flexibilidad del mercado de trabajo, admitiendo que todavía hay más espacios [de flexibilidad] en un país inundado de precariedad con un programa que más que renovación de la
izquierda se encamina a una inexorable eutanasia de lo que queda del Partito
democratico». Lo dice así en Una gioiosa macchina
del disastro.
Pues bien, en lo atinente a las primarias italianas,
a nosotros, españoles, sólo nos queda el concepto cervantino de «esperar y
barajar». Esperemos que nuestros amigos italianos no se suban, con servidumbre
voluntaria, a la Roca
de Tarpeya. Entiéndase como una metáfora, naturalmente.
1 comentario:
Pues sí, Renzi ha ganado las primarias. Parodiando a Montoro: Noes esperan años duros de cojones
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