jueves, 4 de noviembre de 2021

Penalidades y problemas de Pablo Casado


 

 

A Pablo Casado le está cayendo un buen pedrisco. Por su mala cabeza: altanería a granel, indocto genéticamente, bronquista de tomo y lomo. Acorralado por arriba y por abajo, por babor y estribor. Nada le sale medianamente bien. Ni tampoco regular: es la zahúrda permanente. A unas pocas semanas del congreso de su partido la presunta miel que se vendió gratuitamente se ha convertido en áspera hiel. Tiene abiertos cuatro frentes.

Frente Norte: el quilombo con la Ayuso, que es un pulso por el poder, no solo en Madrid sino en toda la piel de toro. Frente Sur: la granizada de la Justicia con todos los casos de corrupción. Frente Este: la reciente advertencia del Alto Tribunal (también a Vox). Frente Oeste: la competencia calenturienta con los de Santiago Abascal por la (hipotética) posesión de la túnica sagrada.

Los problemas de la inflación, las vicisitudes del gas argelino y no sé cuántas novedades más ni ocupan ni preocupan al barbilindo Casado. Lo suyo es un sofrito de problemas y líos de alguien que ha pasado, sin cursus honorum destacado, de delegado de curso a jefe de la oposición sin escalones intermedios. Ojalá fuera eso solamente un problema del Partido Popular.

Toda esa incompetencia afecta a la acción política general, a la ausencia de proyecto de la oposición, a la incapacidad para renovar esa balumba. Afecta, pues, a todo el país. Hay, además, otra cuestión: ante esa oposición tan inútil el Gobierno –a la larga—correría el peligro de adocenarse.

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