miércoles, 24 de noviembre de 2021

La unidad es un pecado en Cataluña


 

Se roto el espinazo del procés, tal vez definitivamente. No hemos sido pocos los que hemos hablado, primero, de la degradación de ese fenómeno y de su agonía, después. Lo dijo el sabio taurino: «lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible». No consta que este caballero leyera al Estagirita.

Ahora, el procés ha saltado hecho astillas. Continuará, no obstante, un movimiento independentista, que sacará o no las lecciones de todo ese estrambótico itinerario. De momento –y a riesgo de hacer una caricatura--  podemos observar dos posiciones políticas: la vía lenta a la independencia de Cataluña (ERC con sus aledaños) y la vía neo procesista con sus prisas y urgentes ensoñaciones del sector más influyente del partido del hombre de Waterloo.

La ruptura del espinazo ha venido de la mano de la cuestión presupuestaria de Cataluña. La CUP le hace un corte de mangas al president Aragonès García, y este –contra la tesonera actitud de los de Waterloo, que no es favorable a la negociación con los Comunes— hace un eficaz juego de manos y pacta con En Comú—Podem.

Mucho se ha escrito sobre este particular en tan pocos días. Sobre todo de las derivaciones de ese pacto y el presupuesto de la  ciudad de Barcelona, que ha significado el mayor ridículo de ese personaje tan inquietante como Maragall chico. Así pues, les dejo a ustedes con los comentaristas de estos acontecimientos. Lo único que quiero hacerles ver es lo siguiente: si bien el independentismo ha exhibido una desunión, la izquierda ni siquiera se ha molestado en recordarnos que ella sigue sin actuar unitariamente. Mientras ello siga así, ERC y su vía lenta al independentismo seguirá engordando.  

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