lunes, 3 de abril de 2017

Productividad, primas e incentivos. (Primera parte)

Pedro López Provencio

Productividad. Antecedentes.

La forma que ha adoptado el trabajo, el proceso productivo y el reparto de la riqueza obtenida, han contribuido decisivamente a conformar la sociedad en cada momento. Una vez más, con la implantación de lo que se ha dado en llamar “industria 4.0”, el cambio está servido. Lo que conviene averiguar pronto es si, en la nueva configuración social, intervienen decisivamente el Poder Público y el Sindicato. O si se deja al albur o a la conveniencia de los que manejan el dinero y sus directivos.

En la tribu primitiva, el varón tenía asignadas las tareas de la caza, la agricultura y la guerra. Actividades para las que la fuerza física y la disponibilidad eran características necesarias y principales. Mientras, la mujer, generalmente, se ocupaba de las tareas domésticas, el cuidado de los hijos y, en ocasiones, de auxiliar en las tareas del varón. Su menor fuerza física y sus frecuentes periodos de gestación suponían un impedimento. La familia estaba difuminada, hasta el punto de que los hijos no precisaban necesariamente identificar al padre. Los bienes que se obtenían tendían a cubrir las necesidades de subsistencia. En buena parte, se colectivizaba lo obtenido por los varones, para que beneficiase también a mujeres, niños y ancianos. La pervivencia de la tribu, la comida, el cobijo, y la obtención de gratificaciones sexuales, eran los principales incentivos del trabajo.

Con la institución de la propiedad privada se particularizó e individualizó la familia. Para que solo los más allegados pudiesen disfrutar de los bienes que algunos empezaban a acumular. En gran medida, a costa de las personas esclavizadas y de los siervos de la gleba. Ese varón rico se apropió también de la mujer y precisó retenerla en exclusiva. Para garantizar que eran suyos los hijos que podían disfrutar de sus propiedades y, a su fallecimiento, los heredasen. La acumulación de riqueza y poder resultó ser un incentivo que aún perdura.

El proceso productivo fue cambiando. De la división social del trabajo protagonizada por los artesanos, se pasó a la división capitalista del trabajo protagonizada por los obreros. Los artesanos precisaban saber cada vez más y a los obreros se les condicionaban a saber cada vez menos. La energía obtenida, en grandes cantidades, de fuentes distintas de la del hombre y de los animales de tiro, contribuyó decisivamente a los cambios. La primitiva energía eólica e hidráulica precisaba ser consumidas en el mismo lugar en que se producía. Más tarde, con la máquina de vapor alimentada con carbón, la electricidad y el motor de explosión con derivados del petróleo, la energía pudo ser transportada y utilizada en lugares distintos al de su obtención.

Esa cantidad de energía disponible, más la concentración de los trabajadores en las fábricas, propició la producción en masa. Para que éstos tendiesen a trabajar al máximo se utilizaba el miedo y la represión. Como en la esclavitud. Pero, eso solo, producía muchos inconvenientes conforme la concentración de obreros fue aumentando. Precisaba de una vigilancia constante. Muy costosa. Se tuvieron que idear y utilizar otros procedimientos. Ahí apareció Taylor.




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