lunes, 28 de mayo de 2012

A VUELTAS CON EL RETO DE COMISIONES OBRERAS




Nota ediorial. El compañero Julián Sánchez Vizcaíno escribió un importante artículo:
http://www.nuevatribuna.es/opinion/julian-sanchez-vizcaino/2012-05-10/el-reto-de-comisiones-obreras/2012051013215900704.html.  A su vez, un servidor respondió en EL RETO DE COMISIONES OBRERAS.   Al que Julián contesta con nuevos argumentos, que se agradecen.


Julián Sánchez Vizcaíno


Gracias, José Luis, por la atención que le dedicas a la propuesta que defiendo en el artículo "El reto de Comisiones Obreras". Desde la amistad compartida y el respeto a tus posiciones, en la medida de mis posibilidades de tiempo y capacidad, continúo con la conversación a la que me abres paso en tu Blog, referencia de debate y opinión fundada sobre sindicalismo y muchos más temas tanto por sus contenidos como por su forma, el diálogo desde el respeto al otro y a las ideas diferentes, como el resto de la esfera de Parapanda.

A modo de precisiones iniciales, dos consideraciones aclaratorias respecto de una cierta confusión generada por la manera de situar el debate, quizás poco afortunada.

Por un lado, en absoluto pretendo sugerir el desplazamiento de la centralidad de la acción del sindicato a otro lugar que no sea la empresa, pero creo que, aceptada dicha centralidad, otras instancias y realidades surgen hoy como ámbitos necesarios de intervención. Idéntica apreciación a la que tú señalas se me ha objetado en las ocasiones en las que he planteado en otros círculos esta cuestión sobre el territorio y el sindicato, siempre respondo que no trato de sugerir una inexistente contradicción entre dos polos, la empresa o el centro de trabajo, frente a una suerte de "Comisiones Obreras territoriales". En cualquier caso, encuentro natural que se reaccione de esta forma ya que la propuesta no encaja en el marco habitual de análisis sobre los temas de sindicalismo y relaciones laborales, en los que, dicho sea de paso, aunque me asomo a ellos con interés, no soy ni mucho menos experto.

De otra parte, no sostengo que abordar esta cuestión lleve consigo poner otras en un segundo plano. Ni siquiera vengo a plantear una posición sobre el orden de prioridades que el debate confederal debe llevar a cabo. Empleo la palabra reto en singular no por descarte de otros objetivos, sino con la intención de enfatizar la necesidad de abordar un campo de trabajo e intervención que, en lo que yo sé, no ha sido explorado suficientemente hasta el momento en el sindicato y que, a mi modo de ver, es clave en el contexto actual. El debate que propongo tampoco gira en torno a la organización del sindicato ni al mayor o menor peso de unas sobre otras estructuras orgánicas. Por ello, entiendo que la cuestión de la acción territorial del Sindicato permite abrir una línea diferente y de ahí que se hable de "el reto" en singular. En consecuencia, no he tenido la intención de proponer restar importancia a otras líneas de debate y orientación sindical, a las cuales no pretendo, insisto, recolocar en un rango de interés subordinado a esta. Pero, sentado lo anterior, me reafirmo en el convencimiento de que la cuestión es fundamental y debería ser objeto de debate en el próximo Congreso.

También he de decir que fue
Antonio Baylos quien hace un tiempo en su blog (por primera vez que yo sepa) relacionó acción sindical con desigualdad y territorio, en un texto para mi clave y motivador.

Entrando ya en materia, y como el diálogo dará para más, sólo voy  a referirme brevemente en esta entrada con carácter general a la primera de las razones en la que me apoyo para subrayar la relevancia de esta cuestión,  dejando para más adelante otros argumentos, y sin perjuicio de que este y los demás vayamos contrastándolos y desarrollándolos más adelante en el curso de la conversación.

En principio, alego razones sindicales "strictu sensu". Mantienes que el centro de trabajo es el lugar clave del conflicto, es decir, el conflicto se daría esencialmente en el espacio físico donde se localiza la fuerza de trabajo y se materializa su prestación. Es verdad. Pero no es necesario, en este sentido, entrar en profundidad en las consecuencias y efectos de la reconfiguración espacial de la empresa (y de los lugares y formas de vida de los trabajadores) que surgen del nuevo escenario postfordista y de la mundialización para apreciar a simple vista de observador interesado la “gran transformación” de ese espacio, en términos de organización del trabajo y la producción, y, como derivado de ello, su impacto en la vertebración de una de las partes del conflicto, la de los trabajadores, que es hoy, parece claro, más débil.

Obviamente, esta realidad de debilitamiento estructural de esa parte importante de la clase trabajadora industrial que se ubica o ubicaba en la fábrica o en el gran centro de trabajo requiere de un replanteamiento de la acción sindical en la empresa, no hay duda sobre ello, pues creo que si una de las consecuencias que arrastra de facto el nuevo escenario es la movilidad geográfica, la rotatividad, la falta de estabilidad, o la externalización, la acción es más compleja para el Sindicato. Desde retener afiliación hasta modular las relaciones laborales con la empresa en el ámbito concreto del centro de trabajo, las cosas se ponen indudablemente muy difíciles a los delegados y a las secciones sindicales. Creo que hasta ahora esto se ha venido supliendo con la articulación de la negociación colectiva, como factor de irradiación de la tutela y protección de los derechos de los trabajadores, mediante el elemento clave del Convenio, cuyo valor simbólico es también de enorme significación vertebradora.

Sin embargo, la nueva regulación de la negociación colectiva que se deriva de la última reforma dañará el impacto que hasta ahora venía teniendo esta gran plataforma de gravitación simbólica que es el Convenio sobre amplios sectores del conjunto asalariado agrupados en grandes empresas, y no digamos los de pequeñas y medianas que hasta ahora encontraban cobertura en los Convenios de sector o de territorio. No me refiero a si los trabajadores van a seguir entrando o no jurídicamente en el ámbito de aplicación de cualquier regulación convencional, de una u otra forma lo seguirán haciendo, sino a la parcial desactivación del Convenio como factor de referenciación simbólica de los trabajadores en el Sindicato. En buena medida, existe una “cultura del Convenio”, sobre todo en las grandes empresas que implica una clara representación mental en el conjunto de los trabajadores por la cual estos se sienten partícipes, a través de su representación elegida en elecciones sindicales, de ese proceso de “producción no estatal de derecho”, como diría Antonio Baylos, es decir, existe una clara conciencia del protagonismo de los trabajadores en la regulación de sus propias condiciones de trabajo.

Esa cultura de los derechos asociada al papel del sindicato en la negociación colectiva y, por tanto, la representación mental que le subyace, van a verse necesariamente afectadas por la reducción legal de ese papel del Sindicato que si, por un lado, este ha de encarar INDISPENSABLEMENTE mediante un redoblamiento de esfuerzos en la acción sindical en la empresa, y en el centro de trabajo, por otro también obliga a su reforzamiento simbólico fuera de la empresa. Me parece a mi, y ya iremos comentando esta cuestión más adelante, que por lo dicho el esquema hasta ahora habitual en el que se dibujaba la representación mental del “círculo virtuoso” que empezaba con las conquistas en la empresa a través del Convenio que daban la fuerza al sindicato para la proyección de estas conquistas a personas jubiladas y pensionistas, desempleadas, y otras reivindicaciones de los derechos sociales asociados al Estado de bienestar, está seriamente debilitado y requiere respuestas en varios órdenes. 

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