lunes, 12 de febrero de 2018

Elsa Artadi, ¿Presidenta de Cataluña?




El nombre de Elsa Artadi viene sonando desde hace semanas en los cuatro puntos cardinales de Catalunya. Tiene un copioso currículo académico con brillantes títulos en universidades europeas y americanas. Es la Enviada de Andreu Mas-Colell en la Tierra y alumna predilecta del profesor Xavier Sala i Martín, ambos de exuberante nombradía neoliberal. El cuerpo del Foro de Davos y la sangre de von Hayek. Artadi lo demostró con creces usando a discreción la motosierra de los recortes sin que le temblara el brazo. Cataluña será neoliberal o no será, debió pensar nuestra desparpajada académica.

Los adornos políticos de Artadi son las hechuras de Carles Puigdemont, el hombre de Bruselas. Convengamos, pues, con Billy Wilder que nadie es perfecto. Se puede tener un cursus honorum universitario de gran brillantez y estar, simultáneamente, en la guardería infantil de la política. Nada nuevo bajo el Sol.

Artadi ha sido una de las principales inspiradoras de las turbulencias del hombre de Bruselas. Mano de hierro en la economía, cabeza seca en política. Puigdemont –afirman ella y sus amigos--  debe gobernar, ser el presidente efectivo, no simbólico. Lo debe hacer desde Bruselas o desde donde apriete el botón de mando de twitter.

Por supuesto, la institución debe disfrazarse de noviembre para no infundir sospechas, según la propuesta de la feligresía neo convergente: en Barcelona habría una terminal burocrática para aplicar las decisiones que vienen de Bruselas. Es la presidencia-estafeta. En concreto, Puigdemont ejerciendo como presidente efectivo y Artadi obedeciendo en Barcelona.

Ahora bien, recapacitemos. Tan chocante dualidad no puede estar presente en la cabeza de Artadi. Esta dama no ha pisado los salones de grados de las universidades para acabar siendo la chica de los recados de Puigdemont. Así es que, de prosperar la tesis neoconvergente –Bruselas, bastón de mando; Barcelona, buzón de consignas--,  Artadi iría comiéndole el terreno a Carles Puigdemont. La dualidad entre este caballero y la rampante superwoman va en detrimento del primero. Porque la historia ha demostrado que, en no pocas ocasiones, las hechuras han acabado deglutiendo al que levantó el índice dejándole para el arrastre. Me abstengo de poner ejemplos así en política como en sus islas adyacentes. Digamos, pues, que la Dama del Paraguas se comerá crudo al niño meón de Bruselas.

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