martes, 20 de febrero de 2018

El chivatazo de Marta Rovira




Ayer hubo nuevo desfile en la pasarela que conduce al Tribunal Supremo. Rovira y Pascal –ahora llamadas las dos Martas, de Esquerra la primera y neo convergente la segunda--  acudieron disciplinadamente a la llamada del juez Llarena. Digamos, así la cosa, que aquel llamamiento a la desobediencia fue naturalmente simbólico. Ciertamente, si yo hubiera tenido tan mala cabeza como ellas también hubiera acudido a la cita.

Lo más destacable y, sobre todo, novedoso nos lo proporciona una parte de la declaración de Rovira. Se trata de una novedad que dará mucho que hablar a partir de ahora. Mejor dicho, que ha corrido como la pólvora así en Barcelona como en Bruselas. Rovira ha señalado con nombre y apellidos a Puigdemont. Un fragmento de la canción de gesta que permanecía inédito. Afirma la primera Marta que le dijo a Puigdemont que parase las votaciones al ver la reacción de las fuerzas policiales agrediendo a los que acudían a las urnas.

Pongámonos en la lógica del independentismo: ¿era necesaria esa parte de la declaración ante el juez? En realidad no aporta nada consistente, excepto una invitación a ser tratada con mejor consideración por parte de Llarena.

Ahora bien, se mire por donde se mire es técnicamente un chivatazo. Oiga, señor juez, que fue Él. Y, por ende, la Rovira aparece como una acusica. Una novedad, decimos, no irrelevante. Más acumulación de agravios dentro del independentismo. Y, sobre todo, la constatación de que, tras la derrota, lo que impera es el viejo sálvese quien pueda.

El resto de las declaraciones de las dos Martas es la repetición de la nueva fábula: aquello fue simbólico, sin efectos jurídicos, dicen. O sea que la canción de gesta era, en el mejor de los casos, una mentirijilla. En todo caso, todavía no han caído en la cuenta de que los efectos de aquel simbolismo no han sido, ni son, simbólicos. Y, de no rectificar, lo que te rondaré, morena.

Una sugerencia: no se pierdan el artículo de Enric Juliana de hoy en La Vanguardia: Después del balcón. Las sombras de Lluis Companys y Joan Comorera revisitadas.  



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