El gobierno
del Partido Popular ha recuperado una idea que ya le rondaba por la cabeza al
anterior ministro de Justicia. El nuevo titular del ramo ha planteado que, para
evitar las filtraciones periodísticas, debe volverse a la censura. Si este
caballero hubiera estudiado una pizca de Física sabría perfectamente que una
cosa es el grito y otra, muy distinta, el eco. O sea, no hay eco o resonancia
si no existe un sonido previo. Naturalmente, tras este nuevo graznido, el
ministro del ramo –interpelado inamistosamente-- intenta matizar lo dicho con un clarificador «que
si patatín, que si patatán», que deja las cosas todavía más oscuras. Estamos,
sin embargo, ante otro nuevo brindis al Sol, aunque tal vez el tan repetido
ministro del ramo no sepa en qué barrizal se ha metido. Por otra parte, han
pasado casi desapercibidas las palabras del caballero cuando afirma que es muy
difícil controlar lo que sale de los funcionarios de los juzgados. Lo que dicho
así, sin pruebas, es mucho decir.
Vayamos por
partes: una cosa es la filtración periodística y otra cosa es su publicación. Dispensen
la obviedad: lo que no se filtra no aparece en los medios. Lo que viene a
cuento por lo siguiente: cada cual puede juzgar la naturaleza y el interés de
la filtración. Pero lo que está fuera de duda es que la publicación de la
noticia –filtrada o no-- forma parte del
universo de la libertad de información, una pieza clave en los ordenamientos
democráticos.
¿Ha caído
en la cuenta el ministro del ramo que una parte importante de las filtraciones
periodísticas vienen de la política y, en la parte que le corresponda, de sus
propios conmilitones de partido? Dos situaciones me vienen a la mollera. Una
reciente, la otra es personal.
La
reciente: comoquiera que, el ministro del ramo ha hecho tan inadmisibles
declaraciones en torno al caso de Rodrigo Rato, ¿es un desatino pensar que, en
ese caso, la filtración es extraña a una parte del gobierno y a sus propias
franquicias?
La
personal: siendo un servidor diputado al Parlament de Catalunya filtré a
destajo lo que me pareció conveniente. O bien lo declaré a pecho descubierto
sin el antifaz del anonimato. Me refiero a dos pocilgas cuya responsabilidad
apuntaba directamente al Govern de Jordi Pujol, siendo Conseller en cap el mismísimo
Artur Mas. Me refiero a los casos Payarols y la Maison de la Catalogne. El primero afectaba
a Unió Democràtica de Catalunya, el segundo a Convergència Democràtica de
Catalunya. Recordemos, el primero es el partido del contorsionista Duran i Lleida;
el segundo es el de Artur Mas.
Comoquiera
que ya estoy harto de guardar esos secretos en la alacena de mi memoria, diré
que fue un diputado de Uniò quien me filtró los enjuagues de la corrupción
convergente en torno a la
Maison de la
Catalogne ; a este diputado le puse como sobrenombre “Arroz
amargo”. Y, al revés, fue un diputado de CDC quien hizo lo mismo sobre el
lodazal que se traían entre manos los democristianos de Duran en el caso
Pallerols. Vale la pena decir que, en el
caso Pallerols, se le cayó el pelo a Uniò; en el otro caso, los convergentes se
salieron de rositas. En suma, tuve conocimiento directo de lo que representa el
llamado «fuego amigo» entre compadres de la misma coalición. Hasta tal punto me
hice experto en estos asuntos que estoy pensando en poner una escuela particular
de Filtrología para procurarme una ayudica pecuniaria que corrija mi modesta
pensión de jubilado.
3 comentarios:
Con su permiso, me llevo el último párrafo a mi café.
De milamores, profesor. Gracias por publicitar mi Academia Particular de Filtrología. La matrícula y los cursos serán a precios módicos.
el caso Pallerols ¿no arrastraba un par de suïcidios sospechosos?, uno aqui y otro en Filipinas, creo.
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