Artur
Mas
no es una persona de fiar. Después de verse obligado a aceptar el «derecho a
decidir». Al principio lo hizo a regañadientes y, posteriormente, lo sobó
magistralmente cuando vio la oportunidad de que dicho constructo taponara su
política de recortes, pionera en España, y los sonados casos de corrupción de
su partido Convergencia Democràtica de Catalunya.
Esto, ya de por sí, le sitúa en el archipiélago de personas en las que no se
debe confiar. Si fuera chef de cocina nos daría gato por liebre.
Después de
tantas mangas y capirotes, Artur Mas usa y abusa del derecho a decidir hasta la
extenuación. Sin embargo, por las razones que sea este caballero da un giro y,
desparpajadamente, se saca de la chistera un conejo en un plató de televisión.
La independencia de Catalunya puede determinarse por «una mayoría absoluta de
diputados, no necesariamente de votos» (1).
El salto de
la liebre no es irrelevante: se ha cambiado de sopetón el escenario que decide
una cuestión de tanta trascendencia como lo es la independencia de Cataluña. De
sopetón y sin dar explicación alguna. También por ello Artur Mas no es persona
de fiar. ¿Tendrá el caballero información de que el plebiscito que tenía en la cabeza le resultaría un fiasco? A falta
de explicaciones caben las especulaciones. Y puestos a ello –a especular por
todo lo alto-- podríamos decirle al
caballero Artur: «No puedes destrozar nada en lo grande y la emprendes entonces
con lo chico», una rotunda frase cuya autoría es suficientemente conocida por
los lectores de toda condición. O sea,
de «lo grande» --la opinión del conjunto
de la ciudadanía— queda dislocada en las piruetas del juego parlamentario, «lo
chico». También por eso, el proponente del nuevo meandro de la política
catalana, Artur Mas, no es una persona de fiar.
Finalmente,
tal como lo ha entendido y gobernado Artur Mas, «el procés» ha sido realmente
una logomaquia, una pugna de palabras, que ofrecían un trampantojo (la
independencia) con la idea de cooptar a amplios sectores de la ciudadanía
organizada a sus políticas económicas. O para que no importunaran en demasía. Lástima
que no se dieran cuenta, a tiempo, de que este caballero no es una persona de
fiar.
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