Homenaje de este blog a Antonio Gutiérrez Díaz
De la serie “Conversaciones sobre Catalunya” (1) Mano a mano con Javier Aristu.
Escribe
Javier Aristu
Amigos de Cataluña: Una nota previa de profesor con
mono. He estado pensando si escribir Catalunya o Cataluña. Sé que
podría ser más cortés y educado con vosotros si escribo la primera, con [ny],
como es en catalán, pero creo que debo ser honesto conmigo mismo y con mi
lengua castellana, donde no existe la grafía [ny] y, además, tenemos una grafía
[ñ] que no lo tiene ninguna otra lengua así que seguiré escribiendo Cataluña.
Nos consuela saber que el fonema sí es el mismo.
Continúo con la reflexión abierta y sigo por mi
senda, la de la reflexión política o cultural, aquella en la que mis débiles
neuronas se mueven mejor. Los asuntos económicos los dejo a más ilustres
cabezas sabiendo que constituyen el núcleo duro de la actual polémica entre
Cataluña y España.
Parece que estamos de acuerdo en que el reciente
estallido del nacionalismo catalán y su deriva independentista tiene que ver
con la nefasta decisión del Tribunal Constitucional de julio de 2010. Es humillante,
sin duda, que tras todo un debate parlamentario en Cataluña y en las Cortes
españolas, y tras un referéndum aprobatorio en Cataluña venga un tribunal de
personas designadas por los propios partidos, y cuya designación ha dependido,
en la mayor parte de los casos, de la afinidad con los partidos dominantes del
sistema político, a anular parte del articulado del Estatut. Es
indudable que cualquier catalán se ha podido sentir agredido: ¿para qué
nuestras instituciones políticas representativas, las catalanas y las del
estado, si luego existe un grupo de 12 personas que más que proteger la Constitución parece
que sancionan la última palabra de la política? Por tanto, no podemos
sino estar de acuerdo en que de aquellos lodos estos barros. Podemos imaginar
que la situación política en Cataluña y en España sería harto distinta hoy si
el TC hubiera dado por constitucional los artículos de marras del Estatut.
El error del TC hay que situarlo también en paralelo
a la voluntad del PP: no lo olvidemos, este partido hoy con mayoría absoluta
fue quien presentó el recurso contra el Estatut, hecho que por otra
parte no le ha impedido apoyar al partido ahora independentista en su gobierno
de la Generalitat.
Esta realidad, que el otrora recurrente del Estatut apoye al govern
en Barcelona y reciba viceversa el suyo en Madrid, nos tiene que llevar a
pensar que aquí hay gato encerrado. O que no podemos hablar solo de cuestión
nacional sino también de cuestión de clase, de intereses de clase.
Sin embargo, sabemos que el asunto de la explosión
independentista viene de más lejos. Viene de ese largo proceso de conciencia
real que caracteriza al periodo de Pujol al frente de CiU, y que tan bien
analiza José Luis en su primera carta, pero también de la ineficacia e
incomprensión de los nuevos tiempos por parte de la izquierda, cuestión que
también explica. Allí habla de que la izquierda política catalana
–mayoritariamente el PSC e IC- se pasó al bando nacionalista con todos
sus efectivos olvidando lo que parecía más importante, la quiebra del
tradicional consenso social catalán de los años setenta ahormado en torno a un
modelo industrial que estalló y desarmó a sus protagonistas. Repito tus
palabras: “En esa tesitura, las izquierdas catalanas están distraídas ante
las grandes transformaciones en el centro de trabajo y en la economía, en la
estructura de las clases laboriosas y en la aparición de nuevas subjetividades
de hombres y mujeres”. Este es para mí el verdadero nudo gordiano de la
deriva actual en Cataluña. La sociedad catalana, como en general la española y
la europea, está en un proceso de profunda transformación donde un viejo mundo
está en trance de desaparición o ha desaparecido en estos últimos 20 años
surgiendo a su vez un nuevo modelo de relaciones sociales, nuevo modelo porque
la economía también es nueva (aunque algunos de sus sectores todavía piensen en
relaciones arcaicas). Y, como pasa siempre en esos momentos de profundos
cambios de estructura, la cuestión es quién hegemoniza el proceso, quién dirige
la nave para aprovecharse de los vientos. Y la respuesta parece obvia: no es
precisamente la izquierda política la que tiene los instrumentos y la fuerza
para imponer su dirección … así que si no se tiene la dirección –piensan
algunos- mejor situarse en el barco de tal manera que no le echen a uno al agua
y se ahogue en el proceloso piélago.
Nos quedan los sindicatos, estas instituciones que a
pesar de las críticas que reciben, a pesar de ser diana de parte del
descontento social (ya sabes, el sindicalismo no termina de ser bien visto en
España por ciertas capas medias) son hoy la única institución capaz de sacar
cientos de miles de personas a la calle tras un programa reivindicativo y de
ofrecer algo de seriedad combativa y constructiva a los desmanes del neoliberalismo.
Pero los sindicatos no se presentan a las elecciones generales y autonómicas.
La importancia del 11 de septiembre de 2012 y de la
posterior postura de vuestro presidente Mas no es que haya desencajado la
agenda de Rajoy y del PP. El problema mayor es que puede desencajar el modelo
español de configuración del poder territorial y eso significa abrir de nuevo
la caja de pandora del problema de nuestro estado. Todos los que vivimos de
forma consciente aquellos años de la transición –hoy tan denostada por algunos-
nos acordamos de lo que suponía una constitución donde en su artículo 2 se
habla del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones. Bien
es verdad que esta frase está tras aquella otra que nos habla de la
indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles. ¿Este artículo
2 es un pastel como un piano o es sencillamente el resultado político y
lingüístico de un momento extraordinariamente delicado cocinado por lo que José
Luis llama Doña Correlación de Fuerzas? Me quedo con ambas apreciaciones porque
si uno lee las listas de miembros de aquel Congreso de diputados de 1978 y
analiza su procedencia comprenderá por qué se redactaban esos artículos y por
qué se cocían tan extraordinarios pasteles.
Y abro otro frente para que me digáis lo que
pensáis. Andalucía es una tierra ancha, amplia y diversa. Nuestra burguesía
castiza y jaranera logró construir un arquetipo folclórico y coplero que ha
dado la vuelta al mundo y que, desafortunadamente, todavía muchos andaluces
creen que es la esencia de esta geografía. En cosas serias esta tierra ha dado
posiblemente la mejor poesía que se ha escrito en el siglo XX en España; sin
embargo, parecía que sus habitantes eran más de su pueblo que andaluces y
todavía tenemos que soportar que se utilicen las rivalidades capitalinas y
provincianas como estandarte de la política (ayer mismo el sustituto de Javier
Arenas comenzaba a transitar por esa senda) pero sin embargo un 4 de diciembre
de 1977 un inmenso pueblo salió a la calle y un 28 de febrero de 1981 fue a las
urnas y rompió el diseño de un estado asimétrico. Asimetría, voilá la
question. ¿Hay que sobrepasar el artículo 2 de la Constitución ?
Seguramente pero, mejor, hay que reescribirlo, entre todos y dialogando. Y
superando también ese constructo de nacionalidades y regiones que genera
una visión del estado de España que si fue necesario en el pasado hoy ya
no es posible. Que cada ente se denomine como quiera pero sin que eso suponga
supremacía sobre el resto. ¿Cataluña, una nación? Seguro, no es esa la cuestión
ni debemos discutir esa afirmación. ¿Cataluña y Euskadi y Galicia, entes
jurídicos diferentes a los demás y con estatuto diferente? No, gracias, por ahí
no. En este momento de la historia española y europea las diferencias
constitutivas e históricas, que haberlas haylas, no pueden ser
motivo para diferencias de trato y de estatus. Solidaridad e igualdad sin
injusticias y también sin igualitarismos que al final llegan a ser simple
uniformidad.
Termino y provoco un poquito. Ayer aparecía en la
prensa andaluza un reportaje sobre esta cuestión que nos traemos entre manos.
De entre las declaraciones que hacen técnicos y expertos jurídicos y económicos
destaco esta del profesor Diego Caro, catedrático de Historia Contemporánea: “Los
representantes del nacionalismo burgués catalán y algunos despistados del PSC
tienen una memoria histórica corta. Sólo escuchamos lo que les debemos y se
olvidan de los privilegios que disfrutaron sus empresas durante dos siglos. Si
hiciéramos las cuentas desde entonces y valoráramos lo que nuestros antepasados
y todos los españoles pagaron de más por unos géneros procedentes de Cataluña
que se vendían sin competencia exterior por el proteccionismo que los amparaba,
a lo mejor más de un nacionalista se llevaba una desagradable sorpresa".
(Lo que piensan algunos andaluces, Diario de
Sevilla, 16 de septiembre). Todo esto me recuerda a debates ya del pasado;
sinceramente, creo que por ahí no podemos tirar si queremos que este endiablado
problema que está gestionando la derecha catalana y que bloquea la derecha
españolista pueda llegar a una solución aceptable para todos… o al menos para
la mayoría social.
Coda final: Terminadas estas líneas me entero de la
muerte de Santiago Carrillo. Seguramente con él se va todo lo que quedaba del
testimonio de la izquierda del siglo XX. No creo que quede en vida ningún
protagonista de lo que fue la increíble tormenta política y social que va de
los años 1917 a
1989. Vivió y participó de forma activa y protagonista en los dos grandes
acontecimientos de la historia española de ese siglo, la guerra civil y la
transición.
Mi primer conocimiento de Carrillo fue a través de
su libro Después de Franco ¿qué? (1965), libro mítico para los que
comenzamos a comprometernos en la lucha política en esos años. Corría el año
1968, en Granada. Después vinieron años compartiendo el proyecto que él personalizaba
y disintiendo, también, a partir de 1982, cuando la crisis de la izquierda
comunista estalló provocando una lluvia de meteoritos y retales personales y
políticos que todavía continúa.
Carrillo, salvando algunos otros nombres, fue el
único intelectual orgánico del comunismo español a partir de 1956. Ese es su
valor pero también su demérito. Absorbió casi toda la elaboración política del
PCE durante las décadas sesenta y setenta. Creó equipos de dirección pero
siempre bajo su potente liderazgo en la propuesta táctica. Está por hacer el
balance histórico de toda su biografía, el análisis frío y alejado de intereses
políticos sobre su contribución a la historia de este país y del movimiento
comunista pero quiero destacar en esta breve nota algo que sin duda se ha dicho
ya: la transición a la democracia no hubiera sido igual sin Carrillo,
seguramente hubiera conllevado más sacrificios y a lo peor la hegemonía de la
derecha hubiera salido reforzada. No se puede echar sobre las espaldas de la
transición y sobre Santiago Carrillo, ahora, treinta años después, las
deficiencias y desequilibrios de la actual democracia española. El estado
vigente de nuestra democracia tiene responsabilidades y a lo mejor las tenemos
que endosar no a nuestros veteranos elefantes sino seguramente a los jaguares
de los últimos años, de la derecha y también de la sedicente izquierda.
Escribe José Luis López Bulla
Querido Javier:
Nada tengo que objetar a la ñ ¡bastante trabajo me
costó escribirla cuando era niño chico en aquellas libretillas de palotes bajo
la severa mirada de don José Viera, maestro nacional, en Santa Fe, capital de la Vega de Granada. Es más, me
parece más lógico que Cataluña así se escriba, cuando se hace en castellano con
esa letra inmarcesible que lo que sucede en los libros de estilo en catalán que ponen Córdova por Córdoba u Oriola
por Orihuela.
Tengo para mí que coincidimos en cosas muy
importantes: las que tú señalas cuando referencias algunas partes de lo que he
escrito. Esto es, el papel de la derecha catalana, su alianza (estratégica en
la cuestión social y económica) con la derecha carpetovetónica y el papel de la
gauche qui pleure en Catalunya. Hay,
no obstante, un momento de tu escrito en el que tengo un fuerte desencuentro. Es el siguiente: “Superando también ese constructo de nacionalidades
y regiones que genera una visión del estado de España … “. Intentaré
explicarme.
Cuatro, me parece a mí, son las posibilidades de un
funcionamiento, como Estado, de España tal como la conocemos. El sistema de
autonomías, una confederación, el federalismo o la vuelta atrás al centralismo.
La otra, al margen, es la separación de Catalunya, lo que llevaría aparejado la
pedrea de Euskadi.
Soy radicalmente contrario a la vuelta atrás.
Permíteme que no me explaye para no alargar excesivamente esta conversación. La
confederación no la quiere nadie: ni en Madrid ni en Barcelona. De federalistas
sólo conozco a cuatro y el cabo. Y de la separación de Catalunya no soy
partidario. Sólo me queda (y no por exclusión sino por convencimiento) el Estado
de las autonomías.
Superar ese
constructo de nacionalidades y regiones, significaría poner patas arriba toda la
arquitectura institucional en España. No aconsejo la apertura de ese melón pues
la salida no sería otra que la vuelta al viejo Estado centralista con todo lo
que ello implicaría así en el terreno institucional como en el de la
administración del welfare state.
Querido Javier, hemos hablado de las
responsabilidades de las izquierdas en todo este asunto que nos ocupa. Que
fundamentalmente lo refiero, primero, al
deterioro y, después, al de su primigenio elemento, el
internacionalismo. Lo que, en estos tiempos de globalización, desubica y, por
tanto, incapacita a las izquierdas para
intervenir eficazmente y transformar gradualmente las cosas. Así pues, los
nacionalismos –y, por extensión, los de las izquierdas—son un anacronismo en
esta fase, ya irreversible, de la globalización y de la economía mundo.
Sabes que he traducido al castellano el libro más
representativo de Bruno Trentin, LA CIUDAD
DEL TRABAJO . Por
cierto, es posible que dentro de poco se publique, Rodolfo Benito mediante.
Pues bien, nuestro amigo italiano hace una investigación a fondo de las
contaminaciones que, a lo largo, del siglo XX, han sufrido las izquierdas. Sus
preocupaciones son el trabajo, la sociedad, el poder y el Estado. Con la sombra
alargada de Ferdinand Lassalle a lo largo de toda su investigación. Nada dice
Trentin del contagio de los nacionalismos, porque eso le hubiera exigido otro
tipo de investigación. Mi pregunta es: ¿no sería ya el caso de que alguien, con
la cabeza fría y buena letra, abordara el tema? Esto es, ¿por qué las
izquierdas, especialmente las de matriz socialista y comunista, se
enclaustraron en los márgenes del Estado nación y tiraron por la ventana al
niño, el agua sucia y la palangana? Y más todavía: ¿por qué las vías nacionales
al socialismo –también la de Palmiro Togliatti— no encontraron el punto de
confluencia entre lo nacional y lo mundial? Seguro que una investigación sobre
estos temas tan suculentos pondría nervioso a más de uno, pero tal vez podría
dar algunas pistas sobre las razones que han presidido la instalación
centenaria de las izquierdas en todos los nacionalismos.
Coda. En efecto, Javier, Santiago Carrillo es el
último de los leones de la izquierda española del siglo XX. Pero en Italia
todavía está diciendo la suya Pietro Ingrao,
que también es de la quinta de Santiago.
1 comentario:
Creo que nos olvidamos de algo fundamental: el derecho a la autodetrminación de los pueblos, que debe prevalecer ante cualquier constitución, y más si es la nuestra, fruto del miedo y de las ganas que tuvo la izquierda para tastar poder.
¿Porqué no se publican las balanzas fiscales? Es penoso ver que la última y la primera se publicó en 2008 con datos del 2005, creando confusión con sus 6 métodos diferentes de cálculo. Sólo hay que mirar a paises de nuestro entorno para darse cuenta que ellos sí la publican regularmente y bajo un sólo supuesto.
Da lástima ver al partido de los socialistas de Catalunya, invitando a un señor con barba que lo único que sabe decir es que "nos tendrán en frente"
Y es penoso constatar como los chic@s que llevan Iniciativa, tienen buenos argumentos pero están como hechos de plastilina y todos sabemos que su escuálido techo no lo superarán.
La izquierda catalana está huérfana de personas y proyectos sólidos y radicales, así que no vemos mal un revulsivo tan importante y, a la vez, tan natural, de buscar otras salidas.
Creo en el eje independentista sin olvidarme del eje social.
Salud
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