Será un anticipo de lo que
podría sancionar el referéndum que se reclama. Lo han adivinado ustedes: me
refiero a la concentración oceánica del 15 de septiembre en Madrid, dixit Alberti, capital de la Gloria. Los puntos cardinales
de la península dirán alto y claro –sin mixtificaciones, ni metáforas— el
mandato que implícitamente han recibido de sus lugares de partida: ¡no a esta
política, a este gobierno trapacero y mendaz! ¡no a la alianza europea entre TECNOCRACIA Y POLÍTICA: LA TECNODURA!
El océano de multitudes conscientes se da en
un contexto en el que la crisis económica no puede ser gestionada por un
gobierno y un partido descontrolados, donde sus jerarcas parecen un comistrajo,
esto es, un conjunto irregular de pitanzas que agravan más la situación: el
escribiente de los mercados, Guindos, contra el refitolero de Montoro; Mayor
Oreja mordiendo en la yugular a Mariano; diversos barones al mando de sus
respectivas behetrías intentando enmendar, en lo menudo, la plana al gobierno;
y una sensación en el Partido popular que ve que puede convertirse en agua,
azucarillos y aguardiente. Un gobierno, en suma, profundamente aislado de la
ciudadanía como lo prueba, entre otras, la gigantesca manifestación –en no
pocos casos contradictoria, albergando a recortadores
fagocitantes y recortados fagocitados--
de Barcelona del 11 de septiembre.
En todo caso, diremos que el 15 de septiembre será
un punto de inflexión entre las movilizaciones en curso, que no han cesado
durante el mes de agosto, y lo que se avecina. Y bien podría darse lo
siguiente: que la presión sostenida que ha habido hasta la presente, de marcado
carácter defensivo, se traduzca en una opción de proyecto general.
Y puestos ya a insinuar cosas de envergadura,
partamos de la siguiente premisa: no habrá alternativa política a este
desgobierno si el principal partido de la oposición no se decide, de una vez
por todas, a leer el estado social de
masas que existe en España; de ahí que corra el peligro de no ser visto como
sujeto consciente dispuesto a co-liderar, en clave política, el malestar
social. Ciertamente, dicho partido no será responsable de los recortes que
puedan venir, pero sí lo será de no enfrentarse abiertamente a ellos al lado de
la gente y de aquellas fuerzas políticas que sí lo hacen; no será responsable
del ataque a los sindicatos, pero sí de la ampliación de la brecha que le
separa de éstos.
Así están las cosas: de un lado, una persistente
movilización ciudadana, orientada principalmente por el sindicalismo
confederal; y, de otro lado, una ausencia clamorosa de alternativa política a
este estado de cosas. Una situación que, en este aspecto, es más o menos
similar a la italiana, griega y portuguesa.
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