Leemos en la prensa de hoy que FIAT amenaza con
marcharse de Italia si el gobierno no le afloja el parné. Curiosa postura la del neoliberalismo
rampante: estoy en contra de las subvenciones excepto de las mías. Quiere un
estado mínimo pero no hasta el punto de que su pequeñez redunde en el
desfavorecimiento de la gran empresa, en este caso el gigante FIAT. Más todavía,
si esta empresa no despega en este mundo de la reestructuración-innovación de
los aparatos productivos en el paradigma de la globalización, ¡tiene que ser el
Estado-nación quien le saque las castañas del fuego!
Muchas son las capacidades de intimidación de la
empresa transnacional hacia el Estado-nación. Me voy porque la legislación del
país que me acoge me concede el oro y el moro. Me largo porque las políticas
fiscales del país que me recibe son como el agua de mayo. De ahí que los
procesos de deslocalización agresiva representen también una feroz
competencia entre estados. Y, en cierta medida, compartidos por ese tipo de sindicalismo
–no digo con entusiasmo, pero sí con resignación-- que se empeña en encerrarse
en sus fronteras.
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