Homenaje a Simón Rosado
El próximo congreso de Comisiones Obreras será
posiblemente el más importante que se haya celebrado a lo largo de su historia,
hecha la excepción del primero que fue el que construyó la casa. Lo será por la
trascendencia del momento de una crisis económica económica que está haciendo
tantos estragos; también, y sobre todo, por el indisimulado ataque, que no
tiene precedentes en la democracia española, al poder contractual del
sindicalismo confederal y a las conquistas en importantes parcelas del Estado
de bienestar. Es un ataque en toda la regla a la misma personalidad del
sindicalismo que no quiera ser un sujeto cooptado por los poderes económicos y
por la derecha termidoriana.
He leído los documentos con especialísima atención.
Es lo normal en un viejo sindicalista. Y es lo obligado –como derecho y deber,
simultáneamente— en quienes están implicados en el proceso precongresual. Digamos
que el primer acto participativo está en el momento en que, íntimamente, cada
sindicalista se recoge en la mesilla, lee (nunca en diagonal) los documentos y apunta en la libretilla sus
observaciones para comentarlas ecuménicamente.
Me permito una observación a los documentos
congresuales: tengo la impresión de que existen demasiadas prioridades. Posiblemente
porque son muchos los problemas a los que es necesario responder. Ahora bien,
muchas prioridades –especialmente cuando no están en un claro orden de prelación-- se anulan las unas a las otras. Y como se diría
en Parapanda: muchas prioridades equivalen a ninguna.
A mi modo de ver, la prioridad del sindicalismo
confederal está en estrecha relación con lo más substantivo de su función,
aquella que –por lo demás—le coloca en las mejores condiciones para ser más
fuerte con carácter estable.
Pues bien, si convenimos que la principal función
del sindicalismo es la negociación colectiva –la que desde ahí nace su
utilidad, fuerza estable y proyecto básico; si convenimos que ese poder
contractual es el más atacado por las medidas contrarreformistas, parece claro
que esa es la prioridad. Por supuesto, la prioridad no implica el abandono de
otras cuestiones, pero la prioridad quiere decir claro ordenamiento de las
preocupaciones y, fundamentalmente, que en ella se ponga el acento central de
las decisiones del Congreso.
Así las cosas, si el gran acontecimiento congresual
no define con claridad qué hacer en el campo del poder contractual se corre el
riesgo de celebrar un congreso rutinario. Se establecería una disfunción entre
el mayor ataque a lo substantivo del sindicalismo y lo que se decide en tal
evento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario