Quiero
creer que se ha salvado el momento confuso de la negociación de la reforma
laboral. Lo que no estoy en condicione es de vislumbrar si se trata de una
tregua o de la superación del escollo. Porque ciertamente la pugna entre
«metodología» y «contenidos» no deja de ser un eufemismo para o bien intentar salvar
los muebles o bien una pugna por llevar el gobernalle de la negociación. Sea
como fuere, según se nos dice, se ha superado la escaramuza.
A
partir de ahora veremos qué contenidos motivan el acuerdo del Gobierno y cuáles
el disenso. O hay voz única del Ejecutivo o el pescado acabará pudriéndose. El
gobierno debe saber que, en caso de fracaso, será él mismo quien pierda más.
Porque, desgraciadamente, tanto los socialistas como los de Unidas Podemos han
hecho de la reforma laboral la piedra de toque de su acción política. Pedro Sánchez, pues, no se puede permitir ningún
desliz tras haber anunciado en el sancta sanctorum de su reciente congreso que
se derogará la reforma laboral. Tampoco Unidas Podemos puede permitirse ningún
disparate. Se pegaría un tiro en sus pies y arruinaría el predicamento y las
expectativas de esa gran ministra que es Yolanda Díaz.
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