martes, 18 de junio de 2019

Rivera le pide a Valls que le devuelva el rosario de su madre




Antes de que se me olvide, pregunto: ¿de quién está más cerca Rivera, de Vox o de Valls? Meditemos, y al final hablamos.

Albert Rivera ha roto con Manuel Valls. El primero, un eterno principiante; el segundo, un veterano con el colmillo retorcío.  Rivera, «un adolescente caprichoso», según su mentor, Francesc de Carreras; Valls, que en su día –como Eugenia de Montijo--  «dejó las aguas del Darro por las del Sena». Bueno, en su caso fueron las del Besós. La ruptura tendrá repercusiones, nacionales e internacionales, para Ciudadanos, «la derecha con desodorante», según ha dejado dicho Paco Rodríguez de Lecea.

Manuel Valls decidió por su cuenta y riesgo dar sin condiciones los votos que precisara Colau para ser elegida alcaldesa de Barcelona frente al segundo Maragall. Rivera había dado órdenes taxativas: no había que votar a Colau. Con lo que la decisión de Rivera llevaba al joven Maragall directamente a la alcaldía. La impericia de Rivera es directamente proporcional a su atolondramiento.

Las relaciones de Valls con Ciudadanos nunca fueron muy muy católicas que digamos. Rivera anunció el fichaje de la estrella a bombo y platillo. Pero, fuera por la torpeza de Rivera o por la versatilidad de Valls, la cosa acaba así: Valls monta una coalición con una serie de tapas variadas de la política catalana que es «autónoma» de Ciudadanos, pero que cuenta con su apoyo logístico y de intendencia. Valls invita, pero la consumición la paga Rivera. Es obvio que Rivera tragó, encandilado como estaba de que darían la campanada en el ayuntamiento barcelonés.

La situación acabó agriándose  con motivo de las relaciones de Ciudadanos con Vox, siempre negadas y siempre confirmadas por los hechos. La verbena en la madrileña plaza de Colón terminó por aumentar la tensión entre Rivera y Valls. Y finalmente lo sucedido en el ayuntamiento de Barcelona.

La ruptura de Ciudadanos con Valls es un acto de mayúscula torpeza política. Primero, porque Rivera aparece todavía más escorado a la derecha; y, segundo, porque tensa las relaciones de Ciudadanos con sus amistades –cada vez más frías--  europeas. Más todavía, Rivera se aleja de sus propios europarlamentarios, que son los que directamente sufren el bochorno. Estas son las consecuencias –o algunas de ellas--  de las decisiones de un grupo dirigente que confunde hacer política con jugar a pizpirigañas n un jardín de infancia.

Conclusión provisional: ¿de quién está más cerca Rivera, de Vox o de Valls? Se trata de una pregunta retórica, claro está.    



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