miércoles, 3 de octubre de 2018

Puigdemont, el último mohicano



Estupor en el puente de mando y en la sala de máquinas del independentismo catalán: su principal punto de referencia internacional, el Partido Quebequés ha sufrido un varapalo histórico. De treinta (30) diputados ha pasado a nueve (en las recientes elecciones). Descalabro sin paliativos que, para mayor inri, les lleva a no tener grupo parlamentario propio en la Cámara. El hombre de Waterloo ya no tiene quien le escriba desde el Canadá. Torra, a su vez, inasequible al desaliento pudo, no obstante, haber exclamado aquello de «a mí, Sabino, que los arrollo».

Me comentan amigos del Quebec que centenares de miles de personas estaban hasta el colodrillo de la «fatiga referendaria», de una monomanía tan cacofónica como apabullante. El partido independentista quebequés pasa –me dicen con retranca santaferina--  a la reserva de los últimos mohicanos. Es una observación, les digo, eurocéntrica e inadecuada. Entre los mohicanos y los de Waterloo, me quedo con los primeros.


No podemos obviar que, en dichas elecciones, la derecha ha dado un salto impresionante: su partido, Coalición Porvenir del Quebec, ha pasado 24 escaños a 74. Mayoría absoluta. Por supuesto, no nos alegramos. Mis amigos canadienses tampoco se alegran. 


No hay comentarios: