viernes, 18 de mayo de 2018

La hormiga y el elefante




Mini-crónicas catalanas/89

Andreu Claret

Ya conocen la fábula. Cansadas de que un elefante pisoteara su hogar, las hormigas penetraron en la oreja del paquidermo. Éste enloqueció, se tiró por un barranco y el hormiguero se salvó. El independentismo catalán es un gran consumidor de fábulas y mitos en los que David acaba con Goliath, el hombre honrado de la Biblia puede con el Leviatan, Venus le gana la partida a Marte, y Asterix lleva de cráneo a los romanos. La analogía del elefante funciona porque el Estado se le parece. Es un animal implacable pero mastodóntico. Cerebral pero obsesivo. Capaz de hacer frente a la mayoría de las bestias de la sabana, pero torpe frente a un ejército de hormigas.

Esta analogía viene al caso porqué la justicia belga rechazó la extradición solicitada por Llarena. Mala noticia para el elefante que se pasó el día sacudiéndose las hormigas. No es la primera vez que el Estado español recibe una puya. Ni será la última, porqué la respuesta jurídica al Procés es un disparate. No lo era que el Estado defendiera la ley frente a quienes pretendieron proclamar una DUI, pero lo es la formulación que el juez del Supremo ha dado a este propósito. La justicia europea no comparte su planteamiento. De ahí que hoy sea otro día de solaz para el independentismo (al revés de lo que ocurrió con la difusión de los escritos xenófobos de Quim Torra). El más chico ha vuelto a ganar una batalla.

Hace un par de días vi a Paco Marhuenda gesticulando en televisión. Con una mano alzada señalaba lo que es España, con sus 47 millones de habitantes y su lugar entre las economías del mundo. Con el pulgar y el índice de la otra caricaturizaba Catalunya. Una nimiez. Debería saber que no basta con medir casi tres metros, como Goliath, o pesar seis toneladas como los elefantes para ganar todas las batallas. En cuanto a Torra y Puigdemont, más le vale recordar que, en la vida real, los elefantes nunca se tiran por un precipicio porqué unas hormigas les atormenten el oído. A veces enfurecen y se cargan el hormiguero.

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