viernes, 4 de mayo de 2018

“Caos total” y “turbas enfervorizadas”



Boceto para un análisis con fundamento 



La situación política española es una descomunal zahúrda de casi todos contra casi todos. Para terminar de embrollarla han aparecido, de repente y sin aviso previo, el conflicto entre, de un lado, el Poder judicial y el Gobierno y, de otro, entre el primero y buena parte de esa sociedad civil que ha impugnado severamente la ya tristemente célebre  sentencia del juicio de La Manada.

Mar de conflictos. Conflicto áspero entre los pensionistas y el Gobierno; el conflicto catalán sigue vivo, agotando el tiempo para formar gobierno en la Generalitat de Catalunya; la situación de profunda náusea en el gobierno de la Comunidad autónoma de Madrid; las disensiones en el Ejecutivo con ministros como Montoro y Catalá que bailan al son de su propia comba. La convención sevillana del Partido Popular –“para el rearme ideológico y político de los de Rajoy”--  ha terminado en un estridente gatillazo.  Un periodista tan temperado como Enric Juliana, que escribe con pie de rey, afirma en La Vanguardia que estamos ante un “caos total”. Todos sabemos que Juliana tiene sensores en los cuatro puntos cardinales del chamizo institucional y político de la piel de toro. Un caos total, que tiende a entrar en el terreno de la anomia. En cualquier país tan descomunal batahola habría provocado la convocatoria de elecciones generales. Sin embargo, Mariano se aferra tozudamente a conjugar el verbo resistir. Un auténtico especialista en organizar el pudrimiento de la situación.

En estos momentos lo más sensible es el conflicto entre el poder judicial y el ejecutivo. Rafael Catalá ha roto imprudentemente una de las reglas de oro del equilibrio de poderes: enjuiciar la sentencia del juicio de La Manada y arremeter contra el magistrado que emitió un voto particular. Así las cosas, tiene sentido esta pregunta: ¿va por libre el caballero, responde al interés de todo el gobierno o sólo a una fracción del mismo? Lo más plausible es que el ministro, reprobado en su día por el Parlamento, haya visto la oportunidad de no desentonar –una vez al año no hace daño-- con las importantes manifestaciones de masas contra la sentencia y el asco generalizado al magistrado ´singular´. Es evidente que Catalá se ha subido a la cresta de la ola usando todos los artificios que requiere el nacional-populismo. Las repercusiones de la confrontación entre ambos poderes pueden ser enormes.


Por lo demás, de las entrañas del Poder Judicial surge una mirada despectiva hacia esa enorme parte de la sociedad que ha impugnado la sentencia. “Es una turba enfervorecida”, ha declarado enfáticamente el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Navarra, de cuyo nombre no quiero acordarme. Una extraña turba, todo hay que decirlo, que va desde doña Ana Botín hasta la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Es chocante que tan sofisticado jurista se haya amparado en un insulto de estas características, probablemente el más áspero que haya hecho un Magistrado en los últimos cuarenta años contra la sociedad. Será difícil olvidarlo. Un magistrado, no diremos singular, pero sí muy particular. Tan particular que ha usado el mismo lenguaje que los togados de los tribunales militares franquistas y el de Orden Público: la sombra de Mariscal de Gante es alargada. Y es que hay ciertos sectores en la judicatura que sienten que su jurisdicción es un coto vedado a cualquier tipo de observaciones; peor todavía, de crítica. En conclusión, la judicatura necesita un profundo baldeo de cubierta. 

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