lunes, 12 de agosto de 2019

Tarjeta roja al ministro Ábalos



José Luis Ábalos no da puntada sin hilo. Es un destacadísimo  dirigente socialista que, por lo general, va al grano. En una misma entrevista (La Vanguardia de ayer) ha dejado caer dos inconveniencias que no parecen ser un pronto, fruto de estos calores caniculares. Ábalos habla a queriendas y sabiendas de dos asuntos de gran importancia: a) sobre la investidura de Sánchez en septiembre; y b) del terrible problema de los náufragos rescatados por el Open Arms en el Mediterráneo. Intentaré demostrar que Ábalos merece un coscorrón superlativo en el primero y una tarjeta roja con una reprimenda política en el segundo caso.

Primero.--  El número dos del PSOE nos dice que confía en que la investidura del presidente pueda resolverse en el «último minuto». Lo grave es que no explica qué debe hacerse mientras tanto. Las cosas que se dejan para el último minuto acaban saliendo o rematadamente mal o son auténticas chapuzas. Comoquiera que nos imaginamos que eso lo sabe Ábalos podemos intuir que tal pachorra es intencionada. Lo que sugiere, al menos en pura lógica, que las intenciones  de negociar por parte de Sánchez son discutibles. O, dicho con precaución, no son suficientemente convincentes. Queda, por otra parte, la hipótesis de que el grupo dirigente del PSOE y el mismísimo Sánchez no sepan cómo salir de esta situación. Porque el problema no es sólo la investidura (que es lo inmediato) sino quiénes aseguran la estabilidad de la legislatura.

Segundo.--  Ábalos ha mostrado desdén a los responsables del Open Arms. Me indigno con el ministro. Les ha llamado «salvadores de la humanidad». Y ha remachado: «que nunca han tenido que tomar una decisión». ¿He oido bien, ministro? Tu quoque?

¿Salvadores de la humanidad? Simplemente salvadores de náufragos. Los de Open Arms han tomado una decisión trascendental: abandonar una vida cómoda y regalada por la dureza de lo que están haciendo.

Ábalos, posiblemente sin querer, ha contribuido a que la solidaridad se esté convirtiendo en una palabra proscrita. Más todavía, que la solidaridad esté pasando de un sentido positivo a un delito, que es la raya que ha cruzado Matteo Salvini.  De manera que la cancelación del principio de solidaridad, como guía de la acción pública y privada,  se presenta como un acto arbitrario y de amputación indebida del orden jurídico (Stefano Rodotà, en Solidarietà.  Editori Laterza, 2014).

Aclaremos las cosas: no pongo a la misma altura a Ábalos con Matteo Salvini. Si lo pensara lo diría sin pelos en la lengua. Sólo quiero decir que así empezó Salvini.  Así pues, mientras Salvini se exhibe impúdica y reiteramente, Ábalos es solamente una peristalsia veraniega y pasajera.   

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