viernes, 12 de abril de 2019

Toni Comín, el excursionista mutante


Toni Comín es un empecinado excursionista.  De muy mozuelo aparentó militar en los jóvenes de Iniciativa per Catalunya; no mucho más tarde fue fichado para Ciutadans pel Canvi, la plataforma que construyó Pasqual Maragall; a continuación ingresó en el Partit dels Socialistes de Catalunya y con posterioridad da el salto a Esquerra Republicana de Catalunya. Ataviado con chirucas y anorak nuestro joven Comín va buscando la estrella Polar cada vez más a estribor. Chocante este viaje iniciático que oscila desde los planteamientos de la ética de la liberación universal a la teología de campanario nacionalista.

Nuestro personaje, no obstante, entiende que su excusión está incompleta: queda suficiente itinerario para ensayar nuevas adhesiones. Y, mutatis mutandi, vuelve a soltar amarras y viaja de nuevo. Esta vez al grupo que lidera el hombre de Waterloo.

De sus primeros pasos favorables a la cuestión social, línea franciscana, ha transitado desparpajadamente a abrazar la compañía de un totum revolutum de libertarianos (no confundir con libertarios), neoliberales, poujadistes y otras hierbas del etno populismo catalán. De los fraticelli  de Ubertino da Casale a convivir con los apóstoles de Hayek.


¿Cambio de ideas en esta inquieta cabeza excursionista? Puede ser. Pero hay algo que denota la mutación política de este caballero. Cada giro ha estado presidido por su inclusión en una lista electoral con posibilidades de salir elegido. Ahora, el hombre de Waterloo le ha puesto el dedazo y le unge en las listas de las europeas. Con lo que el viejo dicho santaferino de «dame pan y dime tonto» podría –digo podría, en condicional— acercarse a esa situación tan versátil.  

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