Hay quienes se definen afirmando que no son lo que son. Esta es
una novedad conceptual que debe responder a algo. Es una especie que mayormente
se da en política. Los menos avisados afirman que se trata de un ejercicio de
ambigüedad, pero en mi caso intuyo que es confusión. Confusión propia, en el
mejor de los casos. Y, por ello, confusión hacia los demás.
No somos unionistas, ni independentistas, ni federalistas. Tampoco
somos confederalistas. Somos otra cosa. Si te pones a escarbar en su rebotica
–al menos en mi caso-- ni siquiera llegas a entender qué son, ni qué
quieren ser. Todo un inconveniente para la clásica seña de identidad del qué somos y qué buscamos en esta vida.
Decía el viejo Aristóteles que la física influye en la filosofía. Sea, no seremos nosotros
quienes llevemos la contraria al viejo maestro de Estagira. Pero o se le olvidó
o todavía la física no había empezado a influir en la política. Habrá que
esperar a Werner
Heisenberg y su principio de
indeterminación: la física influye en la política. Es la política indeterminada
que no me dice qué se es, sino qué no se es. En fin, posiblemente también puede
ser un contagio de aquella coplilla de Karina: «No, no somos ni Romeo,
ni Julieta», en la que nunca se aclaró qué diantres son. Que en la canción
puede estar justificado, pero en política puede tener sus inconvenientes.
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