Esto
lo arreglo yo, ha venido a decir Susana Díaz en Barcelona. Concretamente ha prometido ser «muy
activa en dar una solución a Cataluña». Es lo que toca en estos momentos de
batahola política en el PSOE con sus primarias y su canesú.
Díaz,
a tenor de sus declaraciones, no ha entendido una cosa esencial: que el
problema de Cataluña es el problema de toda España, incluida Triana. A partir
de esa, tal vez insignificante consideración, podemos seguir hablando del maná
prometido para solucionar, según ella, el problema catalán.
No
podemos pasar por alto que Díaz no nos haya dado pistas de cómo ser «muy
activa» en tan complicada tarea. Ni
siquiera un pequeño anticipo. Tan sólo el envoltorio de una golosina. Una
promesa que no ha argumentado, ni indiciado. En todo caso, la disculpamos
porque es lo que se lleva. Lo que indica el Libro de Estilo de las promesas. De
manera que ser excesivamente exigentes sería una exhibición de pejiguería. Y,
por nuestra parte, sería desconocer que las promesas están para echarlas en la
cara de los contrincantes y adversarios, no para razonarlas, ni –menos
todavía-- para intentar abordarlas.
Hemos
recurrido a la memoria y la consulta de las hemerotecas para saber cuándo Díaz,
contumazmente ágrafa, propuso soluciones al problema catalán, capaces de tener
medianamente éxito. No las hemos encontrado. Pero ello, hablando con seriedad,
no constituye una prueba. Así es que sería de agradecer que la facundia fuera
substituida por reflexiones y propuestas con contenido. Ahora bien, una pregunta posiblemente
indiscreta sería: ¿tiene algo Susana Díaz sobre este particular que no sea la
repetición de la cacofonía que ha ido diciendo hasta ahora?
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