El independentismo catalán está
viviendo una semana de pasión. Con su correspondiente cáliz de amargura. Son
tiempos de rifirrafe en si bemol entre el partido PDECAT, ex Convergència, y su socio Esquerra Republicana de Catalunya.
Cuando los números no salen cualquier mota de polvo acaba siendo una tempestad.
Y los números no salen. De ahí que, cuando los estrategas de una y otra
fracción se rascan la cabeza para ver cómo se cuadricula el círculo, las líneas
de mando se enzarzan en berrinches que, al menos en el caso que comentaremos,
provocan hilaridad.
En un restaurante de Manresa se
celebra una comida de hermandad. A la hora de la sobremesa –después de los
correspondientes caldos, moscateles y ratafías-- toma la palabra el joven secretario de
Organización del PEDECAT. El caballero entiende que todos los comensales son de
dicho partido. Nadie le ha hecho saber que se encuentran también dos dirigentes
locales de ERC. El orador viene a decir que si los números no salen colocarán
como primero de la lista a un autonomista. Ignora –de hecho todos
ignoran-- que el discurso se está
gravando. ¿Cómo testimonio de un acontecimiento histórico o como muestra de
desconfianza? Eso no consta en la crónica del ágape. Días después el discurso del
secretario de Organización aparece en los medios. No hace falta saber ni
demostrar quién lo ha grabado y filtrado.
Las relaciones entre ambos
partidos se tensan. Se tiran en público los platos. Se piden explicaciones.
Silencio, estamos en Semana santa. Y entonces estalla el petardo. Rueda de
prensa. El PEDECAT, por boca del mentado secretario, nos hace saber que «pondrá
el asunto en manos de la Fiscalía». No se aclara si es por grabar el discurso o
por filtrar la noticia. El ministerio fiscal debe investigar quién (o quiénes) han
cometido sendas indiscreciones o infidelidades. Bonvehí se llama este párvulo dirigente.
Conclusiones provisionales: o
este joven no está informado del proceso de desconexión, de la servidumbre
forzada o voluntaria de la Fiscalía a los aparatos del Estado o no se ha
repuesto de los efectos de la comida. Téngase en cuenta que el agua suele ser
un tantico traicionera. En resumidas, cuentas se pone en manos del Estado –que nos
roba, saquea, expolia, engaña y reprime--
un contencioso, no irrelevante, entre hermanos independentistas. Lo que
sucede cuando no se siguen los consejos del viejo Tarradellas: «En política se puede hacer todo,
menos el ridículo». Esta es una idea que, antes de que el viejo president la
acuñara, se la escuché a mi viejo amigo Jaume Puig i Tarradas: «Es
más penoso hacer el ridículo en política que cometer un error». Jaume Puig, en
la foto, que nunca exigió derechos de autor a Josep Tarradellas.
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