lunes, 13 de febrero de 2017

Pablo Iglesias y Enrico Berlinguer

Pablo Iglesias el Joven necesita unos días de descaso. Seguro que su médico de cabecera se lo ha recomendado. Le esperan situaciones complicadas y es conveniente reparar fuerzas. Iglesias debería hacerle caso al doctor. Y durante ese tiempo de necesaria relajación debería leer la biografía de Enrico Berlinguer a cargo de Francesco Barbagallo (Carozzi, 2014). Barbagallo es un prestigioso historiador. Puntilloso donde los haya.

La biografía es un documentado estudio de la vida y milagros del dirigente comunista italiano. La parte de dicho libro que un servidor recomendaría a Iglesias es aquella que relata el juego de corrientes en el interior del PCI y en sus órganos de dirección. De la habilidad del veterano Luigi Longo y del joven Berlinguer en convivir y hacer convivir posiciones tan diversas como las de Amendola, Napolitano y Lama, de un lado, y las de Ingrao, Reichlin y Bassolino, de otro lado. Los primeros, considerados coloquialmente, di destra; los segundos, familiarmente tildados di sinistra. Como es natural en los congresos aparecían tales posiciones con el mayor diapasón. Al final de los congresos, Berlinguer cosía elegantemente los diversos retales como un sastre consumado. Fijaba la posición mayoritaria del partido con sobriedad, sin estridencias, e incorporaba la zona de razón de la minoría ingraiana no contradictoria con las posiciones de la mayoría. Síntesis constructiva. A continuación proponía que los minoritarios estuvieran en los órganos dirigentes en puestos relevantes. No era generosidad. Era política.

Iglesias, tras la asamblea ciudadana de Vistalegre 2, puede hacer dos cosas: o imponer una paz cartaginesa o actuar á la Berlinguer. Optar por lo primero sería un despilfarro de talentos. Que no sólo afectaría a las cabezas de los dirigentes purgados, sino a los sectores, no irrelevantes, que han apoyado sus tesis. Aplicar la sabiduría berlingueriana sería una muestra de saber hacer política.


Por lo demás, tengo el atrevimiento de esbozar una arriesgada hipótesis. A medida que pase el tiempo iremos viendo hasta qué punto Iglesias empezará a aplicar una considerable parte de los planteamientos que ha defendido Errejón. No sería la primera vez que, a lo largo de la historia, los vencedores formales en un congreso, cuando la necesidad se imponía, se apropiaban de las ideas propuestas por los derrotados. Es verdad, nunca lo reconocieron. Pero, ¿qué más da?, aquí no estamos hablando de estética sino de política. Y la política tiene esas paradojas. Queda dicha, pues, mi hipótesis. Ya lo recordaremos cuando se produzca. Y no pediremos derechos de autor. 


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