Mi querido amigo Julián Sánchez-Vicaino ha publicado
un artículo que es preciso leer con atención:
El reto de
Comisiones Obreras (1). Se
trata de un trabajo que, como todos los de su autor, estudio con detenimiento,
esto es, con papel y lápiz para tomar notas que me sirvan de acicate para
ulteriores reflexiones. La tesis central del artículo de Sánchez-Vizcaino,
previamente argumentada, es: “el
Sindicato debe proponerse conseguir un nuevo anclaje social y un vínculo
comunitario desde la acción molecular en los barrios, como específicos
escenarios espaciales de la desigualdad”. En todo caso, Julián no nos aclara si
este es el reto principal del sindicato o la consecuencia de otro desafío de
mayor alcance.
Veamos, soy del parecer
que el reto principal del sindicato –y del sindicalismo confederal en su
conjunto— no es el que apunta Julián. Por esta elemental razón: donde se
produce prevalentemente el conflicto social sigue siendo el centro de trabajo.
Y ese en ese estadio donde todavía el sindicalismo tiene todavía sus
principales asignaturas pendientes. Es más, el ataque fundamental de la
contrarreforma laboral (con un interés de largo alcance y no meramente
contingente) se dirige a los derechos, poderes e instrumentos en el centro de
trabajo. Por supuesto, el centro de trabajo está en el territorio, aunque cada vez más desterritorializado y la
empresa se manifiesta, cada vez más, con características crecientemente
autistas, es decir, al margen de (y crecientemente contra) lo que ocurre en el
territorio.
Es verdad que las
batallas más urgentes son, ahora, las que se dirigen contra la putativa reforma
laboral. Pero la reflexión de Sánchez-Vizcaino, orientada explícitamente al
próximo evento congresual, tiene –como el mismo congreso debería disponer— una
intencionalidad estratégica, insita en el quehacer cotidiano de los
planteamientos (los retos, se diría) contractuales, apoyados por el ejercicio
del conflicto social.
El reto (no un
reto) es la definición de la alteridad del sindicalismo en el centro de trabajo
en estos momentos, que prefiguran un largo recorrido, de
innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Es
desde ahí donde debería arrancar el proyecto del sindicalismo confederal,
sabiendo que un proyecto no es un zurcido de retales diversos, estableciendo
los vínculos y compatibilidades entre sus distintas variables. No hace falta
decir que dicho proyecto –es decir, la acción colectiva en el centro de trabajo
tal como va siendo in progress-- tiene que contemplar (inexcusablemente, a mi
juicio) el diseño del tipo de representación sindical en el centro de trabajo.
Porque la actual está prácticamente agotada.
Este reto ¿se orienta
sólo a los trabajadores, en todas sus diversidades, que están ocupados? No.
Pero es desde esa fuerza acumulada en el centro de trabajo de donde parte la
tutela y promoción de los derechos de quienes no tienen empleo, también de los
pensionistas y jubilados.
Por último, me gustaría
que Julián Sánchez-Vizcaino, con quien es un placer conversar, mantuviera el
diálogo. Él sabe que tiene las páginas de este blog a su disposición, como
quien dice, hoy, mañana y pasado mañana.
2 comentarios:
Como siempre, un verdadero placer leerle austed, don Tito, y al caballero que le hacen llamar el Apóstata. Esperamos el debate como el agua en medio de estos calores de mayo.
Un saludo cordial
Hilarión de la Pradera (utilizando la cuenta de don Simón, no el del vino de mesa, claro)
Mi querido Hilarión, no se haga usted el mosquita muerta. Sabemos de sus comentarios en el Bar Raiz Cuadrada de Menos Uno en esta plaza de Parapanda. Tírese al ruedo, y no esté a verlas venir, ea. Suyo en la Idea, PL
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