En esta conversación se
comenta la segunda parte del capítulo 6 del libro La ciudad del trabajo,
izquierda y crisis del fordismo: CAPÍTULO 6 (2) DE LA TRANSICIÓN "AL SOCIALISMO"
A LA TRANSCIÓN A LA "GOBERNABILIDAD"
Querido Paco, releyendo este capítulo me han entrado
ganas de volver a estudiar el famoso libro del maestro Pietro Ingrao, Las masas
y el poder, que publicó Crítica-Grijalbo en aquel lejano 1977, traducido (de
manera deficiente) por Ricardo Pochtar, el Enviado de Umberto Eco en la Tierra , que nos dejó a
todos embobados con su bellísima traducción de El nombre de la rosa. Te aseguro
que tengo ese ingrao en la mesita de
noche. Mira por tus estanterías a ver si lo tienes. En caso contrario, como posiblemente
esté descatalogado, con mucho gusto te lo prestaré la próxima vez que nos
veamos.
Entre nosotros, viejo amigo, no se puede hablar más
claro de lo que hace Trentin en relación a una serie de problemas que tenía la
izquierda en aquellos tiempos y, al no haber sido resueltos, han llegado,
agrandados, hasta nuestros días. Pero antes me permito una hipótesis acerca de
por qué la izquierda política, la que se reclamaba “del movimiento obrero”, fue
más sensible a una serie de emergencias (ecologistas, pacifistas, feministas) y
poco o nada con la que apostaba por la democratización de la organización de la
empresa. Entiendo que, desde la óptica tradicional, los primeros formaban parte
de la política de alianzas; en cambio, los segundos interferían el papel del
partido-guía, la prevalencia de papá-partido como sujeto de grandes reformas o
de reformas a secas. Digamos que, también en la estrategia de la “transición”, la
naturaleza del partido lassalleano era una pieza clave ¡faltaría más!
Aquella sordera de la izquierda provocó dos cosas de
gran importancia. Una, el acelerón que se dio en toda Europa en los movimientos
sindicales a la búsqueda de su independencia con relación a sus respectivos
partidos; otra, el acelerado trote de la izquierda mayoritaria (la comunista
fue desvaneciéndose) hacia ese territorio que describe Trentin: la
competición entre derecha e izquierda se convertirá cada vez más en una
competición entre dos hipótesis de gobernabilidad de lo existente. Y así ha ido ocurriendo para desgracia de las
izquierdas. Que cada vez más se han contagiado de “la blanca palidez de las
derechas”.
En ese sentido, no parece sorprendente que, por
ejemplo, todo el debate de los socialistas –por ejemplo, en las páginas de El
País— tras la derrota aplastante de Zapatero (en las autonómicas, municipales y
generales) ninguno de los escribidores haya mencionado el carácter de esa competición. Como, por otra parte, tras
dicha debacle los socialistas, en un recurrente acto de atrición, insistan
ahora en que son la izquierda. Bueno, un matiz: los socialistas catalanes se
acogen al matiz estético del nou PSC, recogiendo
el eslogan de Tony Blair del new Labour. Recuerdo la retranca de Trentin aquí en
Barcelona cuando me decía: “Es que el new-new-new Labour…”. Cada vez que
mencionaba a Blair le añadía otro new
más, hasta el punto que empecé a sospechar que
Bruno podía ser de Granada. Por aquello de la malafoyá, que como tú sabes es un sarcasmo que pincha como la piel
de un higo chumbo. Saludos desde la talabartería, JL
Habla Paco Rodríguez de Leca
Lo que propone Trentin, querido José
Luis, es muy parecido a lo que Marx afirmaba haber hecho con Hegel y Feuerbach:
volverlos del revés para dejarlos con los pies en el suelo y la cabeza en alto.
Porque las ideologías de la transición nos han dejado, disculpa el chiste, con
los pies fríos y la cabeza caliente. Contra todas las previsiones, la empresa
fordista se ha colapsado mientras que el ejército sigue estando donde estaba.
La izquierda vincente ha pasado por el gobierno sin
dejar huella y se ofrece todo lo más como recambio válido para luchar contra la
crisis desde presupuestos distintos, sí, pero en cualquier caso asumibles por
la derecha. En un contexto en el que la primera preocupación de unos y otros es
calmar a los mercados embravecidos, tratar de introducir cambios en el gobierno
de la empresa suena a provocación insensata a los poderes fácticos.
Justamente provocar a los poderes
fácticos es lo que está haciendo en la calle el movimiento del 15-M. Y no es de
recibo que el movimiento sindical se sitúe de espaldas a algo que se mueve tan
próximo a su sintonía. Conviene establecer vasos comunicantes de dentro afuera
de la empresa, y de fuera adentro, y remover cerrojos para abrir las puertas de
las empresas a la democracia.
Trentin relata que en los años setenta
la izquierda recogió las reivindicaciones más crudas y urgentes del feminismo y
el ecologismo y las incorporó a su ideario. Pero lo hizo «en busca de una
alianza contingente con estos nuevos sujetos emergentes en vez de cambiar de
raíz el fundamento de la estrategia de la transición.» El objetivo de alcanzar
el gobierno siguió primando sobre el de cambiar la sociedad. La prueba fue que
no se escucharon otras voces (la de Trentin entre ellas, la de Ingrao, la de
Bertinotti también si mal no recuerdo) que señalaban la posibilidad de cambios
«incluso radicales» en la organización de las empresas, en las políticas
industriales y en la organización de la sociedad civil.
Esa puede ser la clave que permita
desbloquear la situación actual. Los recelos se han multiplicado; los reflejos
defensivos de quienes temen perder lo poco que les queda, también. Costará
generar confianza y credibilidad. En la línea de unas ideas que has formulado
tú en distintos foros con una insistencia admirable y machacona, pienso que una
manera de lograrlo sería un gran movimiento unitario de fondo entre los
sindicatos mayoritarios. A calzón quitado. Empezando por plantearse su arraigo
y su forma de representación en los centros de trabajo, y su legitimación, para
abordar luego el diseño de una estrategia conjunta de intervención en los temas
de la organización del trabajo y de la contratación. Y poniendo en conexión
fluida ese conjunto de reflexiones con lo que se mueve fuera, para ir
definiendo de forma conjunta y consensuada los rasgos salientes de un modelo de
sociedad a defender entre todos.
En ese esquema también tienen un papel
importante que jugar los partidos de izquierda, por supuesto. Serán ellos los
que lleven ese proyecto consensuado de sociedad más libre e igualitaria a la
batalla política; a ellos les corresponderá proponer cambios reales,
estructurales, en el gobierno del país y del más allá del país. Pero habrán de
hacerlo sin introducir vetos, distingos ni prioridades que no sean las establecidas
en diálogo permanente con el abajo; y sin intentar hegemonizar y dirigir el
proceso desde sus estados mayores.
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