Esta conversación trata de
las cosas que se plantean en CAPÍTULO 7
(1). Esto es DEL "SALARIO POLÍTICO" A LA AUTONOMÍA DE "LO
POLÍTICO". Paco Rodríguez de Lecea y un servidor seguimos pegando la hebra. Como se recordará
nuestros diálogos se relacionan con el libro de Bruno Trentin “La ciudad del
trabajo, izquierda y crisis del fordismo”.
Querido Paco, este capítulo séptimo lo voy a
publicar en tres partes. Es bastante extenso, y ya sabes que está de moda que
más de uno diga “pero qué largo”. Por otra parte, tiene una densidad que
requiere una cierta atención por parte del público. En todo caso, vale mucho la
pena que el lector curioso (y los necesitados de hacer ajustes de cuentas) lo
estudien con parsimonia.
Con tu permiso empezamos aclarando a nuestros
amigos, conocidos y saludados qué entendieron los teóricos de la “auntonomía” por autonomía
de lo político. Me parece necesario porque nada tiene que ver, en estos
casos, con lo que nosotros entendemos
por la autonomía e independencia del sindicalismo con relación a la
política. Utilizaré la referencia que
hace el mismo Trentin, cuando este capítulo está bastante avanzado. Se trata
de:
Una nueva
concepción del quehacer político que, de un lado, redefiniese los roles, en
términos de una distinción radical –cuando no de contraposición-- del movimiento social de clase con su
irreducible autonomía de la “política” y del sindicato; y de otro lado, del partido político capaz de coger el
testigo y llevar la demanda del cambio al “corazón del Estado.
El primer y principal
teórico de este planteamiento es Mario Tronti, y no como algunos han dicho Toni
Negre. La intención es clara: se trata de sacar a los trabajadores fuera de la
órbita del sindicato y, principalmente, del Partido comunista italiano. Si no
me equivoco es una construcción ideológica con el objetivo, indisimuladamente
declarado, de debilitar al partido que ya entonces estaba dirigido por Enrico
Berlinguer. Pero lo que son las cosas, amigo Paco. Resulta que no pasan muchos
años y nos encontramos a Tronti en la política, en el partido y en las
instituciones. O sea, como miembro del comité central y senador por el PCI.
Sabes que no lo digo con retranca, sino con la pimienta de la malafoyá granaína.
También conviene alertar
a nuestros amigos, conocidos y saludados de que estas teorizaciones de Tronti
no se refieren exactamente a los corporativismos que “de manera natural”
aparecen en el seno de las clases trabajadoras. Aunque, eso sí, coinciden en el
aspecto salarialista. He estado a
punto de traducir salarialismo por peseterismo, una expresión menos
rigurosa pero más clara para el público en general. El salarialismo de Tronti
es una construcción teórica mientras que el peseterismo es algo tan real como
aquello de que una “casa portuguesa es con certeza una casa portuguesa”, según
dejó cantado doña Amalia Rodrígues.
Ahora bien, hecha la
diferencia entre el peseterismo que denuncia Trentin y lo que entendemos, en
nuestra jerga sindical, como corporativismo, en este capítulo hay las
suficientes pistas para entender las prácticas de esos sindicatos (o cosas
sindicales) corporativistas. También cuando están, submergidas o afloradas
plenamente, en la acción reivindicativa del sindicalismo confederal.
Por lo demás, es curioso
cómo hasta qué punto esa izquierda super revolucionaria de Lotta Continua y
Contrapiano (allí también estaba en sus años mozos Alberto Asor Rosa, que
también posteriormente fue miembro del Comité central del Pci) consideraba el
taylorismo y el fordismo como una bendición divina, a diferencia de Gramsci que
lo entendió como algo pasajero hasta que el movimiento obrero pudiera crear un
sistema propio. La referencia a Gramsci debe entenderse aquí como una
invitación al sindicalismo confederal para que –incluso en esta fase de lucha
contra la putativa reforma laboral— se espabile y, gradualmente, introduzca en
sus plataformas reivindicativas elementos de “salida” de ese corsé tan
asfixiante del taylorismo.
Y sin más, por hoy, te
dejo. Agotado como estoy luchando contra el hipérbaton de Trentin y sus
oraciones subordinadas, me voy a pasar cabe la mar salada de Pineda de Marx.
Ponme a los pies de Carmen. JL
Habla Paco Rodríguez de Lecea.
Querido José Luis,
La reflexión
de Mario Tronti y la algo más tardía de Alberto Asor Rosa surgió a partir de
las luchas del mayo francés y del otoño caliente italiano. Hay cierta confusión
en el intento de ambos de conectar las dos experiencias, considerándolas
surgidas de un ‘clima’ similar: un espontaneísmo de masas crítico con las
organizaciones tradicionales de la clase obrera. Su análisis maneja muchos elementos
que están de algún modo en el aire y que ya hemos comentado con alguna
extensión en capítulos anteriores.
Las luchas
del 68-69, vienen a decir, muestran la aparición de una ‘nueva’ clase obrera
que ha sustituido al proletariado militante de épocas anteriores. Esta ‘nueva’
clase se ha formado en las condiciones de la fábrica fordista, en un trabajo
parcelado, repetitivo, mecánico. Para la nueva clase obrera, el trabajo a que
está sometida se identifica con el capital. No le alcanza ya el viejo orgullo
del oficio, del saber hacer, de crear valor; no siente el menor interés por
realizarse humanamente a través de ese trabajo. Pura y simplemente, abomina de
él. Y valora, como única compensación por el tiempo embrutecedor que sacrifica
a la fábrica, el salario que recibe: un salario ‘político’ porque se establece
sin relación con el valor creado y en una esfera distinta de la puramente
económica.
Cuando el
sindicato reivindica mejores condiciones de trabajo, mayor reflexión y
participación sobre el mismo, se convierte automáticamente en un agente del
capital. La reivindicación salarial, la única que cuenta, se canaliza entonces
al margen del sindicato, a través de luchas espontáneas, radicales en las
formas y de carácter estrictamente económico.
Lo económico
y lo político se sitúan así como dos mundos paralelos, con una lógica distinta,
autónomos el uno del otro. Y la revolución que reclama el sujeto político es
por fuerza una revolución ‘desde arriba’, una construcción que busca soluciones
a las necesidades de las masas subalternas, pero distanciada de ellas: un
despotismo ilustrado, más que una democracia.
Es fácil
criticar esta teorización. Si Trentin se entretiene en desmenuzarla y mostrar
punto por punto sus debilidades y sus inconsecuencias, es porque de una forma u
otra se trata de ideas que han impregnado la práctica de una parte consistente
de las izquierdas. No es un dato intrascendente el hecho de que tanto Tronti
como Asor Rosa ingresaran en su momento al Pci y sigan bien ubicados en la
constelación que ha sucedido al big bang de aquella formación.
En cualquier
caso, el intento de esa mala práctica de las izquierdas tendente a separar los
ámbitos de la economía y de la política y fijarse como objetivos la sanidad, la
educación, la cobertura social de los necesitados, la mejora del medio
ambiente, sin cuestionar lo que está ocurriendo en el interior de las empresas,
ha sido a fin de cuentas un esfuerzo vano. La economía se ha tomado su
revancha, y con la explosión de la crisis toda la política ha quedado sumergida
por la economía. La realidad es tozuda, dijo Marx.
Querido Paco, entiendo que la insistente crítica de Trentin a esas
posiciones es, también, porque –aprovecha que el Tíber pasa por Roma— y le
permite dar algunos cogotazos al ala moderada del PCI: Amendola, sobre todo.
Esta ala moderada que concebía la acción del sindicalismo sólo dentro de los
confines de la cuestión salarial, aunque no efectivamente en los términos que
proponen Tronti y Asor Rosa. Entre paréntesis: tengo en casa un libro bellísimo
de Asor que narra sus recuerdos de cuando era niño chico en aquella Roma città aperta, la falta de alimentos, la
penuria, las pintadas y el reparto de octavillas que hacía su padre, un
ferroviario antifascista, el primer Primero de Mayo, casi en libertad. Hay edición
castellana (yo la tengo). Te lo dejaré porque es un cuadro formidable. Se llama
El alba de un mundo nuevo de Ediciones Barataria.
Te saludo tras una noche de truenos, rayos
y centellas en Pineda de Marx. JL
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